Transparencia para todos
Una persona tiende a tomar decisiones en función de cómo esperan los demás que actúe. Cuando se crean expectativas cambian los comportamientos. Es una constante que se conoce como la teoría de las ventanas rotas. James Wilson y George Kelling sostienen que un edificio lleno de ventanas rotas hará que la gente suponga que a nadie le importa el edificio y su apariencia, y ello provocará más vandalismo. Siempre que se etiquetan comportamientos o rasgos de personalidad se espera una acción. Cuando no se cumplen esas expectativas se puede generar enfado, indignación, sorpresa o insatisfacción. Las expectativas se basan en suposiciones sobre personas o grupos de personas, de modo que son, literalmente, una profecía que se cumple a sí misma.
Las expectativas generan estereotipos, cuya función es clasificar información con la idea de predecir futuras experiencias. El cerebro no puede partir de cero ante cada nueva situación y, por tanto, tiene que basarse en lo que ha visto o conocido previamente: Los estereotipos resultan útiles porque proporcionan atajos para dar sentido a ese entorno complejo.
El inconveniente de las expectativas es que sesgan la información y llevan al error con una alta frecuencia. Los procesos sesgados son una de las raíces de casi todos los conflictos. Los mercados son generadores y consumidores de estereotipos, pero sus participantes pocas veces admiten tener una perspectiva sesgada o incluso disfrutan creándolos. Uno de esos sesgos más comunes es el de sobrestimar la capacidad de previsión y creer que se controlan los acontecimientos.
A modo de ejemplo, si se tira una moneda al aire y se apuesta una cifra a cara o cruz es frecuente que la apuesta sea más alta antes de lanzar la moneda que después de haberla lazado. Predomina, en ese caso, la idea de que se controla el acontecimiento sólo por el hecho de que aún debe realizarse. Las tareas que resultan familiares inducen a creer que estamos en mejores condiciones de controlarlas, y es habitual pensar que más información permite una mayor posibilidad de controlar los acontecimientos de los mercados.
Sin embargo, dar demasiada importancia a información que no la tiene conduce a ser hiperreactivo. Empeñarse en exceso en una misma tarea lleva a pensar que se puede controlar y a producir hiperactividad, en ambos casos es fácil cometer errores. De hecho, algunos estudios demuestran que quien compra y vende acciones con más frecuencia tiene peores resultados.
Los estereotipos creados sobre España en los mercados y que, en ocasiones, perjudican a las entidades financieras, tienen por finalidad generar esas ventanas rotas. Un escéptico podría argumentar que existen hechos que pueden respaldar esos comportamientos; sin embargo, al hacer una sencilla comparación con otros países se puede encontrar una conclusión contraria.
De los muchos ejemplos existentes, podemos considerar uno de los que ha llamado la atención en los mercados: los vencimientos de las entidades españolas. En su conjunto, para lo que queda del año, suman 46.019 millones de euros, un total de 17.948 millones de euros de las cajas y 28.071 millones de los bancos. Solamente un banco alemán, que fue rescatado por su Estado y cuyo tamaño es similar al de los principales de nuestro país, tiene para este año una cifra de vencimientos de 121.210 millones de euros, casi tres veces más que la de todas las entidades financieras españolas. Aun así, las expectativas sobre su país no se corresponden con este hecho. Hace siete años los alemanes creían que los españoles eran muy cordiales y poco competentes, mientras que ellos y los británicos se atribuían una alta competencia y baja cordialidad. Al día de hoy parece que el estereotipo continúa, sobre todo, por la mayor capacidad de ambos para construirlo.
Aplicado al ámbito empresarial, cuando se realizan test para conocer las preferencias de los clientes hacia varios productos, se da a elegir a ciegas, para que los estereotipos no predispongan la conclusión.
Por tanto, si los mercados son hiperreactivos e hiperactivos, la solución está a la vista, es uno mismo quien debe crear las expectativas sobre aquello que le afecta y evitar, en lo posible, el riesgo de sucumbir a los estereotipos. La reciente reforma de las cajas, que implica mayor apertura hacia los mercados, conjugada con una inversión de los beneficios orientada a territorios con dificultad de acceso a servicios, ya genera expectativas favorables.
Pero, en el caso de los mercados y puesto que la propia perspectiva de los participantes distorsiona parcialmente los hechos, se necesita una tercera parte neutral, que no esté contaminada por esas expectativas, con capacidad para restablecer el equilibrio, si es realmente esto lo que se busca en los mercados. Un buen comienzo sería aplicar la transparencia también a quienes la demandan, de modo que sean identificados esos creadores de expectativas y puedan conocerse sus sesgos y evolución.
Carlos Balado García. Director de Obra Social y Relaciones Institucionales de la CECA