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Tribuna
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El barómetro del euríbor

Rodolfo G. Campos / Gonzalo Gómez Bengoechea

El objetivo que se persigue con la realización de estos test de estrés es incrementar la confianza de las entidades financieras entre ellas mismas, facilitando así la recuperación del flujo de crédito en el mercado interbancario. Dicho incremento es absolutamente necesario para que la salida de la recesión se consolide y para evitar futuros desequilibrios. Por un lado, el hecho de que los bancos vuelvan a prestarse entre ellos debería favorecer un incremento del crédito al sector privado. Por otro, la existencia de esta nueva vía de financiación a las entidades, debería permitir al Banco Central Europeo (BCE) retirar los estímulos monetarios extraordinarios y, paulatinamente, incrementar los tipos de interés.

El Comité de Supervisores Bancarios Europeos (CEBS) ha llevado este análisis en el que se diagnostica y publica el estado de cada una de las entidades financieras, mostrando su capacidad de resistencia en tres escenarios distintos.

El primero de ellos -o escenario básico- es el más estable. En él se analiza el estado de las entidades financieras suponiendo que las previsiones actuales se cumplan. El segundo de ellos -escenario de deterioro macroeconómico- estudia el comportamiento de los bancos frente a una eventual recaída en la recesión. En concreto, se estudian los efectos de un descenso del 3% del producto interior bruto (PIB) respecto de las últimas previsiones de la Comisión Europea. También se estudia una reducción del precio de la vivienda y se revisa el valor de muchos otros activos. El tercer y último caso -escenario de crisis de deuda soberana- valora, además de la contracción económica, un deterioro de la deuda pública griega y española del 17% y del 3%, respectivamente. El objetivo es comprobar cómo responderían los bancos ante un hipotético agravamiento de la crisis del sector público europeo. Además de la variable PIB, los tests incorporan previsiones sobre la evolución del desempleo y de los tipos de interés.

Los mayores problemas se han concentrado en unas pocas entidades, bajo los supuestos segundo y tercero. A aquellos bancos que no satisfagan el objetivo del Tier 1 superior al 6%, se les exigirá que acudan al sector privado y al mercado en busca de fondos para recapitalizarse con cierta premura. Casi todos los análisis coinciden en que estos incumplimientos no deberían, pese a todo, empañar el buen resultado del sistema en su conjunto. ¿Será ello suficiente para que los test de estrés cumplan con el ambicioso objetivo para el que nacieron?

La respuesta a esa pregunta dependerá de la honestidad con la que se haya realizado la valoración de los activos de las distintas entidades. En el caso español, los bancos y las cajas de ahorros dedican alrededor del 55% de sus créditos a financiar actividades relacionadas con el sector inmobiliario. El fair value que el Comité de Supervisores Bancarios Europeos haya asignado a estos activos, fuertemente depreciados, y a los créditos hipotecarios y a promotores, será fundamental para que las entidades se crean los resultados de las pruebas y, por lo tanto, para que éstas sean útiles.

La respuesta a la pregunta de si los test de estrés son suficientemente realistas la dará la evolución del euríbor. Se trata de un barómetro que nos ayudará a predecir el clima que el sector bancario europeo vivirá en los próximos meses. Desde este mismo lunes, la evolución del euríbor y la recuperación del crédito en el mercado interbancario nos mostrarán si los bancos vuelven a confiar los unos en los otros y si, por tanto, este ejercicio de sinceridad impuesta ha tenido sentido.

Más allá de la, todavía en el aire, utilidad de los test de estrés, lo que más llama la atención es que se haya esperado hasta mediados de 2010 para ponerlos en marcha. El sistema financiero europeo lleva arrastrando problemas desde hace más de dos años. Debió ser entonces cuando este análisis se activara. Las autoridades habrían tenido más margen de reacción, en caso de una primera oleada de análisis infructuosos. Y, sobre todo, la economía europea podría haberse evitado un gran número de problemas.

Rodolfo G. Campos / Gonzalo Gómez Bengoechea. Profesor e investigador del IESE

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