Tregua relativa para el BCE
La tormenta de la deuda soberana parece remitir en Europa. Los diferenciales de los denominados países periféricos se han relajado notablemente en los últimos días y noticias que en otro tiempo habrían causado un verdadero terremoto pasan ahora de puntillas por el mercado. Irlanda colocó ayer sin dificultad deuda sólo un día después de sufrir un recorte de su rating y en Portugal sucedió otro tanto la semana pasada.
El BCE es fiel termómetro de las últimas tendencias en el mercado de renta fija y ha rebajado a mínimos sus compras de deuda soberana, con las que salió al rescate hace ya dos meses de los países en los que se cebaba con más saña el ataque de los inversores. En la primera semana del plan de recompra, adquirió títulos por 16.500 millones de euros y esa cifra había encogido la semana pasada a tan sólo 300 millones. Las emisiones de deuda de los países de la zona euro ya no parecen necesitar de las muletas del BCE. Pero no ocurre así con la liquidez que necesitan sus bancos.
Las inyecciones de liquidez -una medida que comenzó como extraordinaria al inicio de la crisis, al igual que ha sido esta última de la compra de deuda soberana- siguen siendo lazarillo imprescindible de los bancos europeos, cegado como está el mercado interbancario. Aunque no para todos en la misma medida. Los bancos griegos, permanentemente en el ojo del huracán, solicitaron al BCE en junio 93.800 millones de euros, el 4,9% más que en el mes precedente, mientras que la banca española pidió prestados la cifra récord de 136.490 millones, el 29,2% más que en mayo. Ambos países superan con creces la parte del pastel de financiación que les correspondería en función del peso de los activos de sus sistemas financieros sobre el total de la zona euro. El BCE ha conseguido por tanto apagar el fuego de la deuda soberana pero, a falta de conocerse el efecto de las pruebas de estrés a la banca, el frente de la financiación sigue abierto.