El foco de las dudas vira hacia EE UU
El temor que encubría el exagerado interés del presidente Barack Obama por mantener a toda costa los estímulos fiscales al crecimiento económico en la última cumbre del G-20 eran las crecientes dudas sobre la solidez de la recuperación económica de Estados Unidos. Los últimos datos de actividad, desde los indicadores de confianza hasta los de construcción y ventas de viviendas, pasando por el empleo o las preferencias financieras de los hogares norteamericanos, confirman que la economía estadounidense atraviesa por un episodio de desaceleración. La propia Reserva Federal admite que el crecimiento de este año será más moderado de lo estimado inicialmente, y a la misma tesis se han abonado en los últimos días todos los institutos de análisis y los bancos de inversión. Es lógico que el agotamiento de los estímulos presupuestarios genere un impasse en el crecimiento; pero la duda está en si se trata de una suavización del avance de la actividad o, como en Europa, de riesgo cierto de volver a la recesión. Porque si se tratase de este último escenario, los episodios de castigo de los mercados financieros, con el foco en la deuda soberana, bien podrían atravesar el Atlántico para localizarse en Estados Unidos.
En las últimas jornadas ya se ha producido cierto desplazamiento del dinero hacia Europa, con una apreciación importante del euro (ha llegado incluso a recuperar 1,30 dólares por unidad), que parece confirmar que la divisa europea habría dejado atrás las dudas sobre su viabilidad, si es que alguna vez la reacción vendedora de los inversores se fundamentaba en tal cosa. Pero lo que es cierto es que el movimiento masivo de los financiadores de los países con altos déficits corrientes y fiscales responde más a temores de futuro que a los números de hoy. Las ventas masivas de bonos en Europa y la exigencia de crecientes primas de riesgo a las emisiones de bonos de determinados países tenía más que ver con un porvenir poco ambicioso en materia de crecimiento que con las dificultades reales de repago de sus deudas actuales. España es el mejor ejemplo de ello.
EE UU conoce que ni su desequilibrio comercial ni su desfase fiscal son sostenibles si mantienen los valores crecientes en los próximos años. Que no puede sostener su crecimiento con financiación y ahorro externo por el simple hecho de que emita la primera moneda de reserva del mundo. Este año registrará seguramente aún más déficit fiscal que en 2009, cuando todos los países ricos han iniciado ya la vuelta al equilibrio fiscal. EE UU debería apuntarse de forma convincente a las políticas de rigor presupuestario para evitar hacer más insostenibles sus desequilibrios fiscales, y no tener que esperar a un inevitable correctivo de los mercados que únicamente traerá volatilidad e inestabilidad, que ineludiblemente retrasará la recuperación de la confianza de los agentes económicos.