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De salarios prémium a faltar 700.000 trabajadores: los jóvenes huyen de la construcción

Sindicatos y patronal no ven problemas en los sueldos, aunque UGT reconoce que no son los mismos que antes del estallido económico de 2008. Los jóvenes apenas representan el 9% de los trabajadores de este sector

obras
Dos trabajadores montan un andamio en una obra en la ciudad de Valencia.Ana Escobar (EFE)
Manu Granda

El sector de la construcción no volvió a ser el mismo después del bum inmobiliario de 2008. En ese entonces, el trabajo sobraba y las viviendas crecían hasta debajo de las piedras en una España que construía más de 600.000 casas por año. “En los años grandiosos venían furgonetas y autobuses repletos de trabajadores, sobre todo de Castilla-La Mancha, a trabajar en la obra. Hoy, eso no pasa”, explica Sergio Estela, secretario del sector de la Construcción y Minería de UGT FICA. Al contrario de lo que sucedía entonces, faltan unos 700.000 trabajadores, según cálculos de la Confederación Nacional de la Construcción (CNC) y el sector se ve incapaz de atraer a los jóvenes para cubrir esos puestos. Muestra de ello es que los menores de 30 años apenas suponían un 9,6% de la plantilla del sector en junio, según un informe del Observatorio de la Fundación Laboral de la Construcción.

“No les resulta atractivo [a los jóvenes] porque el sector arrastra una mala imagen, totalmente distorsionada por la crisis financiera de 2008 que terminó afectando a la construcción. Por eso tenemos que esforzarnos en explicar los avances de la construcción, que es un sector moderno, dinámico, flexible y competitivo”, indica Pedro Fernández Alén, presidente de la CNC y de la Fundación Laboral de la Construcción, en la que están tanto la patronal como los sindicatos. Alén y Estela coinciden en que el problema no está en los salarios, aunque no son los mismos que había previo al estallido de la burbuja. “Antes de la crisis de 2008 muchos chavales dejaban de estudiar porque se podían llevar en neto unos 2.000 euros por trabajar en la construcción. En ese entonces se cobraba muy por encima del convenio”, reconoce Estela. Hoy día, lo mínimo que cobra un peón que entra a trabajar nuevo son casi 19.000 euros brutos, aunque esta cifra varía según la provincia, con el País Vasco y Barcelona como algunas de las zonas en las que mejor se gana, explican en UGT.

“Este es un sector en el que se cobra bien, con un sueldo medio que es casi un 40% superior al salario mínimo, en el que se trabaja de lunes a viernes, en el que los trabajadores son partícipes del primer plan de pensiones sectorial y en el que los atractivos son cada vez más evidentes. Los trabajadores que empiezan a trabajar en la construcción, una vez comprueban todas sus ventajas, se quedan. El énfasis debemos ponerlo ahora en la atracción, sobre todo, de jóvenes, mujeres e inmigrantes”, señala Alén.

“Tenemos un problema de envejecimiento de la mano de obra. Los mayores de 58 años suponen en torno al 20% cuando hace una década suponían un poco más del 10%”, añade, por su parte, Beatriz Toribio, secretaria general de APCEspaña, la Asociación nacional de Promotores Constructores. Una de las claves que explican el envejecimiento del sector es que sigue siendo una actividad dura en la que es necesario, por ejemplo, subirse a un andamio. Según un informe de la Fundación Laboral de la Construcción publicado en septiembre de 2021, entre los extrabajadores de la construcción jóvenes que no recomendarían a otros trabajar en esta actividad, apuntan a la “dureza y a las malas condiciones del sector” como el motivo principal, muy por encima del 22,2% que señalan al salario como la causa. Ese estudio, a su vez, resalta que el 52% de los jóvenes extrabajadores de la construcción afirman que recomendarían meterse al sector.

“Los trabajadores que vienen al sector, se quedan. El problema lo tenemos a la hora de captar su atención. De ahí, la necesidad de prestigiar la imagen de la construcción”, indica Alén. “Bajo nuestro punto de vista, la solución está en la industrialización de la vivienda, construir las casas en fábricas, lo que demandará perfiles más innovadores, técnicos, menos intensivos en mano de obra, que ofrece la posibilidad de estar en una fábrica y no en el andamio”, explica, por su parte, Toribio, que afirma que se están dando pasos hacia ello, aunque “hay una serie de frenos, uno de ellos la falta de financiación bancaria, que va orientada hacia la vivienda que ya está en su ubicación”. Por su parte, Alén considera que la industrialización “no es la panacea”, pero defiende que simplificará “mucho los trabajos al reducir los plazos de entrega y algunos costes”.

En el mismo sentido que Toribio se pronuncia Juan Luis Porrúa, director gerente en Cementos La Cruz, que asegura que hay que aumentar el “sex appeal” de la construcción para atraer “a los jóvenes”. “La economía circular, la descarbonización o la impresión 3D de hormigón para la construcción nos permite prestigiar nuestra imagen y crear un orgullo de pertenencia a una empresa cada día más moderna, igualitaria y responsable desde el punto de vista medioambiental. Las empresas tenemos dificultades para cubrir los puestos más tradicionales, pero también otros más cualificados y sofisticados. En nuestro caso, recientemente hemos incorporado diseñadores industriales, ingenieros con máster en nuevas tecnologías, ambientólogos y doctores con experiencia investigadora para calcular la huella de carbono de los productos y procesos”, dice Porrúa.

Una de las medidas que pide el sector para paliar, al menos en parte, la falta de mano de obra es la regularización de inmigrantes, algo que discute actualmente el Congreso de los Diputados. En abril, la Cámara baja apoyó su admisión a trámite después de que se presentara una iniciativa legislativa popular (ILP) apoyada por 600.000 firmas. La ILP estuvo atascada hasta que en septiembre el PSOE y Sumar se pusieron de acuerdo para acabar con el proceso de enmiendas. Ahora, los partidos políticos deberán de acordar el articulado final de una medida, que si bien es positiva, “no es la solución definitiva” para el sector, indica Alén.

“La regularización controlada de los trabajadores, dándoles la formación adecuada, nos permitiría incorporarles rápidamente al sector, a la Seguridad Social y también contribuiría a luchar contra la economía sumergida. Pero todo ello debería enmarcarse dentro de un plan de choque. El Gobierno y las administraciones públicas deberían de ser conscientes de la amenaza que representa el envejecimiento de nuestro sector y la falta de trabajadores a la hora de avanzar en la transformación y modernización de España, por lo que tendrían que trabajar conjuntamente con los agentes sociales. Hoy día contamos con la mejor universidad del sector, la FLC, que actualmente forma a más de 100.000 alumnos al año, cifra que podría multiplicarse con un impulso de los fondos NextGenerationEU”, añade el directivo.

Sobre la firma

Manu Granda
Redactor de la sección de empresas especializado en el automóvil e industria pesada. Como 'freelance', cubrió la temporada de incendios del verano 2019-2020 en Australia para EL PAÍS. Es graduado en periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos y cursó el Máster de periodismo de EL PAÍS.
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