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Tribuna
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Europa y la crisis

Una de las mayores decepciones de la crisis financiera global ha sido la respuesta de la Unión Europea y de los países de la eurozona. Pese al optimismo que aprecio en mis viajes a Europa, fuera del continente sigue habiendo un gran pesimismo sobre las perspectivas de la Unión Monetaria. Raro es el encuentro que tengo con estudiantes y colegas en Estados Unidos en el que no me pregunten si pienso si el euro puede sobrevivir a la crisis.

Además los artículos de la prensa y los medios en Estados Unidos suelen presentar una imagen un tanto caótica y desorganizada de Europa, en la que los países están mirando por sus propios intereses nacionales, y en la que se echa en falta los mecanismos institucionales que faciliten la coordinación y la adopción de medidas a nivel de la eurozona. Este escepticismo contrasta con el optimismo generalizado que existe entre la clase política europea que parece convencida de que las medidas de austeridad que están adoptando serán suficientes para calmar a los mercados y a los inversores.

Lo más preocupante de todo esto es que las decisiones de los líderes europeos se están convirtiendo en modelos de indecisión, mala planificación, y peor comunicación. Nuestros líderes anuncian grandes proyectos, como el paquete de ayuda para Grecia, pero la falta de concreción en el momento del anuncio (los dirigentes europeos tardaron casi tres meses en definirlo) hace que los mercados reaccionen negativamente, y cuando al final anuncian el contenido especifico del plan de ayuda el efecto negativo de la demora y el fracaso de las expectativas creadas (se presento como un programa de estabilidad y luego resulto ser un mero paquete de ayuda) diluye su impacto positivo.

Lo mismo puede pasar con el anuncio reciente de los test de estrés de 25 bancos. En definitiva, estamos ante un patrón casi constante de decisiones reactivas, insuficientes y tardías que parecen ilustrar el analfabetismo de nuestros líderes cuando se trata de temas financieros. Es mucho más fácil desarrollar teorías conspirativas que hacer análisis exhaustivos de problemas y plantear soluciones estratégicas globales a nivel europeo.

Mientras no aceptemos que nos enfrentamos no solo a una crisis de deuda que afecta a los países de la periferia (como Grecia, Portugal o España), sino también una crisis bancaria que también afecta a los países del centro (empezando por Francia y Alemania), ya que los bancos de estos países tienen grandes volúmenes de deuda de países como el nuestro, no tomaremos las decisiones adecuadas. Estas medidas deben de incluir no solo planes de ajuste fiscales, como el que acabamos de aprobar en España sino también planes de reestructuración y recapitalización de estos bancos.

Además la crisis ha puesto de manifiesto las debilidades institucionales de la eurozona, que en definitiva es el resultado de un intento de equilibrar la soberanía nacional en políticas fiscales, con la necesidad de crear una unión monetaria que culminase el proceso de construcción europeo. Esta crisis ha dejado en evidencia la insostenibilidad de este equilibrio y ha mostrado la necesidad de crear una unión no solo monetaria sino también fiscal que incluya las instituciones políticas a nivel europeo con la autoridad de imponer decisiones en políticas estructurales, financieras y presupuestarias.

El problema es que en un contexto de creciente nacionalismo es cada vez más difícil conseguir el consenso necesario para adoptar las medidas de calado que se necesitan a nivel europeo. Es hora de que nos despertemos a la realidad de que la elección está entre el fracaso de la Unión Económica y Monetaria (UME) y el retorno al nacionalismo de décadas precedentes, o la creación de una unión política y monetaria. Pocos dudan que sin la moneda única la situación en Europa sería mucho peor, ya que las previsibles devaluaciones competitivas hubiesen causado mucho más daño.

Por fortuna, Europa tiene una historia reciente de convertir momentos de crisis en momentos de oportunidad, como la creación del Mercado æscaron;nico o de la UME que siguieron a las crisis políticas y económicas de los años 80 y 90. Es de esperar que nuestros líderes mantengan esta tradición y actúen antes de que sea demasiado tarde. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, tiene la palabra y debe de presentar el próximo mes de octubre una propuesta creíble de gobernanza de la eurozona. La alternativa es demasiado mala como para contemplarla.

Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia política en la Universidad de Suffolk (Boston)

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