El G-20 no es tan malo como parece
Una gran crisis unió, en poco tiempo, a una familia con una larga tradición de fuertes desacuerdos. Una vez que ha pasado lo peor, ha sido difícil mantener un pacto que deje a un lado las diferencias y permita un mayor beneficio. El G-20, que representa aproximadamente a toda la familia de la humanidad, ha logrado sin embargo mantener la paz.
La cumbre celebrada el fin de semana en Toronto (Canadá) no logró cumplir todas las expectativas. La organización aprobó la reducción del déficit fiscal, pero las medidas de ajuste dependerán de cada Gobierno y de los mercados financieros. La regulación de la banca, en cambio, se abordará de forma lenta. Esto supone una ligera demora en este punto. Los países con superávit y déficit comercial acordaron hacer lo posible para reducir los desequilibrios globales.
Un pacto firme, con desacuerdos y retrasos, que no parece muy positivo. Se puede ponderar un mayor avance, pese a las tensiones mundiales. El crecimiento, mencionado 73 veces en las 27 páginas del comunicado final, sigue siendo anémico en gran parte del mundo. El nerviosismo continúa en los mercados financieros y éstos muestran signos de venganza, pese a las previsiones de un entorno más favorable. Y el tema fiscal es un enigma: cómo reducir el nivel de endeudamiento de los Gobiernos sin perjudicar el crecimiento.
Estos son sólo los problemas más apremiantes en el corto plazo. En el largo plazo, se producirá una gran transición en el liderazgo mundial desde las naciones más ricas a las emergentes. El otro punto pendiente, los problemas medioambientales.
El mundo no está completamente preparado para afrontar dichas dificultades. Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial operan desde la Segunda Guerra Mundial y ya muestran su decadencia. El G-20 es la única organización global con más vitalidad.
En estas circunstancias, no es un mal avance que los líderes de potencias ricas y los de los países en desarrollo estén unidos y sonrían. En ese ejercicio de búsqueda de un terreno común favorable. Existen ya suficientes presiones para crear otra crisis financiera. Si sucede, será fundamental ese entorno de diálogo armónico.
Edward Hadas