Ascó deshoja la margarita del futuro almacén nuclear
Es uno de los favoritos para albergar el ATC por su cercanía a Vandellós, pero no le faltan opositores en Cataluña.
Un cielo ennegrecido saluda a la mañana en las costas del sur de Tarragona, donde se ubican las dos centrales nucleares de Vandellós. La primera, que murió casi al nacer, se muestra cubierta por el féretro de hormigón construido por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) durante su proceso de desmantelamiento (y que deberá mantener durante su latencia de 25 años), mientras la segunda, sigue viva y produciendo electricidad a orillas del mar, compartiendo playa con grupos nudistas. El paisaje nuclear del polígono se quiebra con otra planta, en este caso de ciclo combinado, propiedad de Gas Natural, que sólo funciona (como tantas plantas de gas en esta época de crisis) cuando el viento no sopla.
No es el caso de Vandellós II, aseguran sus responsables, que con una potencia instalada de 1.087 megavatios (MW) produjo el año pasado 5.387 GWh. Es la central más joven del parque español, que comenzó a funcionar en 1987, sólo dos años antes de la clausura, por un grave accidente, de su grupo hermano, aunque no gemelo. El viejo reactor de grafito de Vandellós I, era de tecnología francesa y, de hecho, Francia custodia los residuos (combustible gastado) generados por una planta que se cerró sin haber amortizado apenas su inversión.
El calor arrecia a medida que avanza la mañana y, sobre todo, en el interior montañoso de la provincia, donde se levantan, a sólo 50 kilómetros de Vandellós, y ya en el valle del Ebro, los dos colosos nucleares de Ascó. El segundo grupo se encontraba a principios de este mes en pleno proceso de recarga del combustible. Una tarea que, en su caso, se repite cada 18 meses, dura 43 días y requiere la contratación de más de mil personas, que se suman a la plantilla habitual (unos 2.000 empleados entre las dos centrales). Durante la parada de recarga, las barras del combustible gastado (de alta radiactividad) se depositan para su refrigeración y custodia en un profundo depósito de agua, conocido como piscina, que se comunica con la sala del reactor.
Los desechos de combustible generados por las dos plantas de Ascó desde su puesta en marcha amenazan con llegar al borde de la piscina. De hecho, según los cálculos de la Asociación Nuclear Ascó- Vandellós (ANAV), sociedad que gestiona las tres nucleares tarraconenses (aunque su propiedad corresponde a Endesa y, en menor medida, a Iberdrola), la saturación llegará en dos o tres años. Además, el contrato de custodia de los residuos de Vandellós I firmado en su día con Francia acaba en 2011 y será obligatorio recuperarlos.
Expectación
En estas circunstancias, el municipio de Ascó, uno de los nueve candidatos a albergar el futuro Almacén Temporal Centralizado (ATC) de residuos radiactivos que proyecta el Gobierno, deshoja la margarita en medio de la polémica. Según las bases del concurso aprobado en enero por el Ministerio de Industria, el ATC tendrá una inversión de 700 millones de euros en cinco años y servirá para albergar los residuos de las 10 centrales españolas (incluidas las dos que se han clausurado ya). En total, 6.500 toneladas, de las cuales, una buena parte corresponden a las cuatro de Tarragona, la provincia que concentra un mayor número de instalaciones atómicas (en su suelo se proyectaron incluso otras dos más durante la fiebre nuclear de los años setenta, que estuvo a punto de llevar a la quiebra a algunas eléctricas privadas).
Este hecho, la experiencia adquirida con los años y la de una población familiarizada con estas instalaciones, apuntan a Ascó como el candidato favorito a quedarse con el ATC. A ello se une el temor de la población a los efectos económicos del cierre de las centrales, cuya vida útil termina en la década de los años 20. De hecho, en octubre de 2011, ambas deberán pasar la reválida del Consejo de Seguridad Nuclear y el Gobierno para poder funcionar otros 10 años. Si no se levanta un ATC, cada planta deberá construir uno individual (ATI) en el que se depositarían los residuos que no quepan en las piscinas. De hecho, ya hay dos centrales que los tienen (Trillo y Zorita).
Según el alcalde de Ascó, Rafael Vidal, entre un 80% de los habitantes del pueblo y sus alrededores son partidarios del ATC. Sin embargo, como los beneficiados económicamente de estas instalaciones son los pueblos que las albergan y los ubicados en un radio de 30 kilómetros, la contestación también es un hecho en Cataluña. Aunque con ATC o sin él casi la mitad de los residuos del parque nuclear español se quedará en Cataluña (pues en su territorio hay cuatro plantas), y además hay que transportar desde Francia los residuos de Vandellós I.
Pero, precisamente por haber tenido que convivir con ellas, sus detractores no aceptan ser el cementerio único. Una de sus esperanzas es que las elecciones autonómicas de octubre lleven a los políticos catalanes a rechazar el proyecto que, en todo caso, es decisión municipal. La candidatura de Ascó ha recibido más de 3.000 alegaciones en contra.
Las propietarias, Endesa e Iberdrola, no se pronuncian oficialmente, pero reconocen que el ATC es un sistema "más operativo y funcional y su seguridad es la misma que la de los ATI". Además, producir electricidad y gestionar los residuos son actividades distintas.