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En el año 2030

Los países que no son miembros de la OCDE representarán el 57% de la economía mundial

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) subraya la existencia de "un cambio estructural de importancia histórica" en la producción mundial que provocará que en 2030 los países que no pertenecen a la institución representen el 57% del PIB mundial.

En su informe 'Riqueza Cambiante' publicado hoy, la institución afirma que las economías que no son miembros de la OCDE han aumentado "de manera notable" su participación en la producción mundial desde la década del 2000. Así, los países que no pertenecen a ella acumulan en 2010 el 49% del PIB mundial, con base en la Paridad del Poder Adquisitivo (PPP), frente al 40% del año 2000. "No es un fenómeno pasajero", remarca.

La OCDE apunta que la transformación estructural que ha tenido la economía mundial durante veinte años ha desplazado el "centro de gravedad económico del planeta" hacia el Este y el Sur; de los miembros de la OCDE a las economías emergentes, un fenómeno que este informe denomina "riqueza cambiante".

Según la OCDE, ya no basta con dividir el mundo simplemente entre Norte y Sur o entre países desarrollados y en desarrollo y apuesta por utilizar el concepto de James Wolfensohn de un mundo de "cuatro velocidades". Esta divide al mundo en cuatro tipos de países de acuerdo con su ingreso y tasa de crecimiento per cápita en comparación con el mundo industrializado: prósperos (entre los que se encuentra España), convergentes, en lucha por abrirse camino y pobres.

Esta organización revela una nueva geografía del crecimiento mundial y pone de manifiesto la heterogeneidad del Sur. Algunos países en desarrollo están empezando a emparejarse con los niveles de vida de los prósperos, mientras otros siguen sufriendo bajo el peso de la pobreza extrema.

Asimismo, la OCDE destaca la existencia de dos periodos diferenciados en lo relativo al crecimiento, ya que para la mayor parte de las economías en desarrollo los años noventa fueron otra "década perdida", obstaculizada por las crisis financieras y la inestabilidad. En concreto, menciona el caso de América Latina, cuyo crecimiento reaccionó sólo débilmente a las reformas, y el de Africa Subsahariana, que siguió estancándose.

En el cambio, en la década del 2000 gran parte del mundo en desarrollo disfrutó de su primer decenio de crecimiento fuerte en muchos años y, por vez primera desde la década de 1970, vio cómo se reanudaba el rumbo hacia una fuerte convergencia en los ingresos per cápita con los países de altos ingresos.

Esto provocó que la cantidad de países convergentes, es decir, los países que duplican el promedio del crecimiento per cápita de los países de la OCDE con altos ingresos, aumentaran de 12 a 65 durante este periodo y la cantidad de países pobre se redujera en más de la mitad (de 55 a 25).

Especialmente relevantes son los casos de China y la India, que crecieron de tres a cuatro veces el promedio de la OCDE durante la década del 2000. Sin embargo, la OCDE alerta de que ha habido una gran diversidad en resultados y un grupo de países en lucha y pobres "siguieron teniendo un desempeño insuficiente".

Beneficios para todos

Por otro lado, el informe recalca que no hay que ver el "ascenso de los otros" en términos del "descenso de Occidente", ya que los incrementos netos de una mayor prosperidad en el mundo en desarrollo pueden beneficiar a países ricos y pobres por igual. "Los adelantos en la variedad y calidad de las exportaciones, el mayor dinamismo tecnológico, las mejores perspectivas para hacer negocios, una base de consumo más grande... todos estos factores pueden generar importantes beneficios en bienestar para todo el mundo", incide.

Sin embargo, reconoce que la riqueza cambiante plantea "dificultades" en lo relativo a la sostenibilidad ambiental, los crecientes niveles de desigualdad en los países y la mayor competencia. Así, subraya que los desequilibrios derivados de este nuevo orden económico mundial, que han estado en primer plano durante la crisis económica, se han generado en los dos últimos decenios.

En esta línea, remarca que los países prósperos "ya no pueden fijar solos la agenda" porque los problemas del planeta cada vez son más globales y exigen compartir la responsabilidad y las soluciones. La OCDE remarca que el papel del G20 posterior a la crisis muestra cómo las potencias convergentes se vuelven protagonistas cada vez más importantes en la gobernabilidad mundial.

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