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Tribuna
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Necesario e inevitable

Ese proselitismo asumido con ilusión misionera por los militantes del partido gubernamental para explicar el sentido de las medidas de consolidación fiscal, insiste en el carácter "necesario" e "inevitable" de las medidas. No me cabe duda de que sus apóstoles se encontrarán con feligreses que no comprendamos bien qué significan "necesarias" en este contexto y por qué son "inevitables" las medidas propuestas.

Por empezar por su carácter "inevitable", cabe entender que con dichas medidas se trataba de tranquilizar al mercado, acelerando la consolidación fiscal. Ese objetivo "inevitable" podría haberse conseguido con un programa sorprendente y creíble de reducción de gastos o de incremento de ingresos públicos o una combinación de ambos. El Gobierno, caminando en la senda del BCE para la eurozona, ha optado por cargar las tintas en la parte del gasto. No obstante, los datos disponibles para 2009 muestran que el peso de los ingresos de las Administraciones públicas/PIB fue del 36,4% en la economía española (sólo se situaron por debajo Eslovaquia e Irlanda, frente al 44,7% de media en la zona euro) y el gasto público/PIB español fue del 45,2% (50,1% de media). En nuestro caso no era tan "inevitable" concentrar el esfuerzo en el gasto, existiendo un margen notable en los ingresos públicos.

Se afirma también que las medidas eran "necesarias". En un alarde de empatía gubernamental entiendo que, en este momento, los que toman las decisiones equiparan "necesidad" con creación de empleo. ¿Son "necesarias" esas medidas para crear empleo? Más bien son contraproducentes. Un análisis un poco más reposado de esas medidas conduce, cuando menos, a cierto desasosiego macroeconómico.

La economía japonesa, tras el pinchazo de las burbujas bursátil e inmobiliaria, comenzó una recesión de la que creyeron recuperarse en los años 95 y 96, con un repunte de las cotizaciones bursátiles y de los tipos de interés a largo plazo. Lo que con posterioridad se comprobó que fue un espejismo de recuperación llevó a las autoridades a modificar su política fiscal expansiva, incrementando los impuestos indirectos en 1997. Este fue el comienzo de la fase más dolorosa de la "década perdida" japonesa, generando una espiral de reducción de la demanda, ajuste de inventarios y recorte de inversión, empleo y consumo, reforzado por el deterioro de los balances bancarios y las expectativas deflacionistas.

La inflación subyacente de abril en España ha sido negativa. Frente a quienes sostienen que no se puede hablar de deflación, yo soy de los que entiende que las deflaciones suelen empezar así. Además, este dato ha venido acompañado de noticias "relacionadas": el descenso de los salarios nominales de al menos 2,5 millones de ocupados (sin contar los miles de desempleados que asisten a la reducción nominal de sus prestaciones) y un ajuste considerable del gasto público. La fijación de salarios en la economía española está muy vinculada a la inflación, así que si ésta fuese negativa no habría demasiadas excusas para que los salarios del sector privado acompañaran parcialmente a los públicos. Si la variación del IPC es positiva (mientras la subyacente es negativa), se producirá un incremento de los costes laborales unitarios en bastantes empresas. La imaginación del lector decidirá qué opción de esas dos es la más benigna para el desempleo.

Es muy complicado salir de una deflación. Pero es que en España ni siquiera disponemos de margen de maniobra en ninguna de las dos opciones de política macroeconómica (el BCE decide la política monetaria y nuestra política fiscal está secuestrada por los factores "necesarios" e "inevitables").

Las decisiones de política fiscal que nos han presentado como "necesarias" acelerarían, en el caso de que estuviera iniciándose, un proceso deflacionista. Recuérdese que una deflación, en la que se reducen los ingresos nominales de los hogares españoles, elevará la carga real de la enorme deuda de esos hogares, recortando el ingreso disponible, el flujo de caja de las familias y deprimiendo el consumo, lo que no hará sino intensificar la deflación. El sector financiero se encontrará con un aumento de la morosidad (paralelo al aumento de la carga real de la deuda y el desempleo deflacionista) en un contexto en el que resulta "necesario" reforzar los ratios de solvencia, lo que no dejará más opción (volvemos a lo "inevitable") que moderar su ya escasa disposición a conceder créditos, que nadie estará dispuesto a demandar, por otro lado, en un contexto de expectativas deflacionistas.

¿Qué es "necesario e inevitable" para nuestro país? ¿La deflación? Sería interesante preguntar a los japoneses, con la ventaja que da la perspectiva de los años, si hubiesen aceptado el enorme esfuerzo de retrasar su proceso de consolidación fiscal o un aumento de impuestos a cambio de no coquetear con la deflación.

Ricardo Aláez-Aller. Profesor de Economía de la Universidad Pública de Navarra

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