Puerta de entrada a un Madrid cosmopolita
La Gran Vía surgió de un proyecto de cirugía urbana en el casco antiguo de Madrid que supuso, a principios del siglo XX, el renacimiento económico de la ciudad
Es un lugar construido para asombrar y ser observado por su hermosura", decía recientemente el pintor Antonio López al anunciar que emprende un nuevo "vuelo artístico" sobre la calle de su juventud, 30 años después de que pintara la Gran Vía por primera vez y justo cuando se conmemora su centenario. La construcción de esta avenida de 1,3 kilómetros de longitud no fue sólo la gran operación urbanística de la primera mitad del siglo XX, sino algo mucho más importante: introdujo de lleno a la ciudad en la modernidad y se convirtió en el escenario donde se han desarrollado los más relevantes acontecimientos de nuestra historia reciente.
Cien años han transcurrido desde que el ambicioso proyecto de cirugía urbana y renovación del casco antiguo de Madrid, no exento de dificultades, comenzara a tomar forma. "Para resolver los problemas originados por los cambios económicos y sociales, surgió la idea de una ciudad fruto de proyectos urbanísticos de gran impacto que convirtieran sus calles en arterias modernas para enlazar sus puntos vitales", explica Juan José Echeverría, arquitecto y coordinador general de Infraestructuras del Ayuntamiento de Madrid. La sempiterna escasez del presupuesto municipal fue el principal argumento para que en 1886 se rechazara el proyecto presentado por el arquitecto Carlos Velasco. Años después, y tras la declaración de la obra como de utilidad pública, los arquitectos José López Salaberry y Andrés Octavio recibieron el encargo de elaborar un nuevo trazado, aprobado en 1904. Entre 1905 y 1910 se fue concretando en sus aspectos económicos, al mismo tiempo que el conde de Peñalver, principal impulsor del proyecto y alcalde de Madrid, consiguió dar finalmente con la solución para financiarlo: el ayuntamiento se encargaría de las expropiaciones mientras que las obras se adjudicarían por concurso.
Se produjo la subasta y el adjudicatario, Martín Albert Silver, banquero francés, tuvo que desembolsar 29 millones de pesetas. Fue entonces cuando el rey Alfonso XIII inauguró oficialmente el inicio del primer tramo de la Gran Vía, entre Alcalá y la Red de San Luis. "Para los estudiosos", señala Echeverría, "es el mejor resuelto. Su inserción en el tejido histórico es más armoniosa, lo que significa que la transición entre las dos ciudades, la nueva y la vieja, no es tan abrupta como en el segundo y el tercer tramo. Este último, entre Callao y Plaza de España, es el peor definido, ya que, probablemente por falta de fondos, el alcance de la operación se vio reducido".
Los madrileños no habían conocido hasta ese momento una transformación tan radical de la ciudad. El ayuntamiento expropió 327 edificios en 30 manzanas, como el Convento de San José y el de Nuestra Señora de la Presentación, o el Teatro Lara. A esta actuación se sumó la desaparición total o parcial de muchas calles. Las obras de demolición se prolongaron hasta 1927 y en 1952 se construyó el último edificio, el número 72, que en la actualidad es el Hotel Tryp Washington.
Aparte de la importancia de su diseño urbanístico, no cabe duda de que su arquitectura es uno de los valores más destacados. La Gran Vía acoge una muestra importantísima realizada en el primer tercio del siglo XX. Fue el laboratorio de donde surgieron nuevas tipologías: la del cinematógrafo, las cafeterías, las tiendas por departamentos, los edificios multiusos..., con estilos que van del eclecticismo de influencia francesa, a la arquitectura cercana al secesionismo vienés, pasando por el racionalismo de tendencia estadounidense del edificio de Telefónica o el magnífico edificio Carrión, icono de esa Gran Vía cosmopolita. "Tiene la condición de guía, faro y referencia. Es un coloso que refleja el inicio de la República", cuenta José del Corral en su libro La Gran Vía. Historia de una calle.
Se convirtió, por tanto, en la puerta de entrada a un Madrid más cosmopolita y en el eje comercial, de ocio y de negocios más importante de la ciudad. Ha permanecido con la misma imagen a lo largo de todos estos años, ya que han sido pocos los edificios que han desaparecido de los que surgieron en sus inicios. Sin embargo, se pueden citar algunos casos destacados, como el del Teatro Fontalba, uno de los más famosos de principios de siglo, al que sustituyó el Banco Coca y que hoy ocupa una tienda de ropa para jóvenes (Gran Vía, 30), o el del Hotel Florida, situado en la Plaza de Callao y donde actualmente se levantan unos grandes almacenes, que cobró un gran protagonismo durante la Guerra Civil por haberse hospedado en él los corresponsales de prensa que cubrían el conflicto.
La necesidad de reinventarse
Hoy continúa siendo una de las arterias más características de la ciudad. "No se arrecia, al contrario, se reinventa y se adapta a un paisaje urbano que ha cambiado en estos últimos años de manera vertiginosa", resalta el coordinador de Infraestructuras del consistorio.
Poco a poco, el viejo Hollywood dejó de visitar Chicote, las salas de cine perdieron la batalla ante el imperativo del consumo y hoy sólo quedan tres, Capitol, Callao y Palacio de la Prensa, de las 26 que había en 1986; además, las joyerías cerraron y algunas vendieron sus locales a multinacionales de comida rápida (aquí se levantó en 1981 el primer McDonald's de España), y sus cafeterías trajeron el bullicio a las tardes madrileñas mientras su mundo se fue abriendo a todos los ciudadanos. "Hoy permanece como un lugar de encuentro al que se acude a disfrutar de los espectáculos, de las compras o, simplemente, a ver y a ser visto", concluye Echeverría.
La conmemoración de los 100 años de la Gran Vía ha conseguido recuperar su historia, poner en valor sus elementos y abrir una reflexión sobre su futuro.
Eje comercial y de ocio
El edificio Metrópoli marca el comienzo del primer tramo de la Gran Vía, en el que también se encuentran, entre otros, el Museo Chicote, construido en 1913; el Casino Militar, de 1917, y el Real Oratorio del Caballero de Gracia, de 1794, del arquitecto Juan de Villanueva.En el segundo tramo, destaca el edificio Telefónica, realizado en 1929; la Casa del Libro, de 1923, y el local que albergó en 1924 el primer centro comercial de la ciudad, los almacenes Madrid-París, que posteriormente pasaron a ser SEPU (Sociedad Española de Precios æscaron;nicos), hasta el año 2002.De Callao a Plaza de España, trayecto final, sobresale a la vista del transeúnte el edificio Carrión o Capitol, de 1933; los cines Callao y Palacio de la Prensa, y, cómo no, el aumento paulatino y bullicioso de cafés, bares y restaurantes.
Las cifras
29 millones de pesetas desembolsó el banquero francés Martín Albert Silver por la adjudicación de las obras.327 inmuebles, distribuidos en 30 manzanas, fueron expropiados por el Ayuntamiento de Madrid.1952 fue el año el que se terminó de construir el último edificio de la Gran Vía, situado en el número 72.