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Columna
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Las caras cartas de Rusia

Rusia está creando un nuevo mamut bancario. Una caja postal con unas 40.000 sucursales, 75.000 empleados y un coste de hasta 15.000 millones de dólares. En principio, no es mala idea. Pero Rusia no necesita otra potencia financiera controlada por el Estado. El banco podría convertirse en un caro elefante blanco.

Alrededor de hace un siglo, la cajas postales eran vanguardia que acercaban a los pobres al mundo financiero. Algo que todavía puede ser cierto para países como Brasil, que inició su propio Banco Postal en 2002. Pero en la práctica, como señaló el Banco Mundial en un estudio del 2006, las historias modernas de éxito son raras.

Rusia es un candidato improbable. El éxito requiere un marco regulatorio adecuado, un enfoque comercial sólido, y una contabilidad clara. Ninguno de los puntos fuertes del Gobierno.

Es cierto que el Gobierno espera obtener un inversor estratégico privado que posea entre el 25 y el 50% del capital. Pero sería sorprendente que las autoridades renunciasen a este proyecto delicado en términos sociales y estratégicos. Además, Rusia ya tiene el Sberbank, el banco de ahorros estatal, para atender a las comunidades aisladas. Se enfrenta a dificultades en los principales centros de población.

Sberbank ha cerrado la mitad de sus 40.000 sucursales desde los tiempos soviéticos, aunque todavía es notable su excesivo tamaño y sus costes. Una caja postal sufriría una hemorragia de efectivo sólo para mantener la mayoría de sus remotas sucursales abiertas.

Si el Gobierno ruso desea gastar miles de millones para apuntalar sus oficinas de correos, es su elección. Lo que es menos obvio es por qué los inversores comerciales estarían dispuestos a pagar esa enorme factura.

Jason Bush

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