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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Responsabilidad histórica contra la crisis

Por la misma razón que dos no discuten si uno no quiere, dos no pactan si uno se opone. Cuánto más si no quiere ninguno de los dos. Ante el consenso generalizado de que la unión hace la fuerza y la obviedad de que lo más productivo para salir de la crisis económica es remar todos en la misma dirección, la pregunta es: ¿quieren los dos grandes partidos españoles un pacto contra la crisis tras siete trimestres seguidos en recesión?

Aunque parezca de sentido común, la respuesta no está clara. Desde luego que hay motivos suficientes para el sí, porque medidas como la austeridad en el gasto público, el ahorro presupuestario, las mejoras en el sistema de pensiones y, sobre todo, las profundas reformas laboral y educativa, requieren de un consenso sin el cual no valdrán de nada. Sin embargo, los dos grandes partidos están en una empobrecida dialéctica que revela el convencimiento de que el enfrentamiento les beneficia electoralmente. Frente a una gran mayoría de los ciudadanos que, según las encuestas, quiere un gran pacto anticrisis, PSOE y PP parecen cómodos en una estrategia de movilización del electorado fiel, desvelando un interés centrado en las propias aspiraciones políticas y no en el bien de todos los ciudadanos.

Es imposible que todas las propuestas del Gobierno para mejorar la situación económica merezcan, sin excepción, la papelera. Tanto como que nada de lo que proponga la oposición merezca consideración. Salvo, claro está, que se decida ignorar cualquier atisbo de respeto a la inteligencia de los ciudadanos. Aquí nadie habla de cheques en blanco para la contraparte, sino de encontrar soluciones para que la economía española no siga rezagada a la hora de salir de la crisis internacional más grave desde la Gran Depresión.

Las gestiones del Rey para favorecer un pacto de Estado contra la crisis no debían pasar de mera anécdota. Sin embargo, han puesto nerviosos a muchos políticos, celosos de su parcela de poder. No sería así si estuvieran ejecutando con eficacia la misión de buena Administración que les han encomendado los ciudadanos, sean o no de su cuerda política. Como catalizador de los ahora inexistentes puntos de encuentro, el jefe de Estado no hace sino transmitir el sentir de un importante número de ciudadanos.

El pacto salarial suscrito la semana pasada por las patronales y los principales sindicatos ha sido un punto de inflexión positivo en un hasta ahora eterno e infructuoso proceso negociador. Es el camino a seguir. Como los agentes sociales, los representantes en las Cortes, a quienes los ciudadanos -por si a alguien se le olvida- han cedido temporalmente su representación, tienen un compromiso que asumir. Mañana, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy tienen la oportunidad de enviarles el mensaje de que se van a poner hombro con hombro contra la crisis. Si no lo hacen, incurrirán en una grave irresponsabilidad histórica y los ciudadanos harán bien en demandárselo. También en las urnas.

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