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Tribuna
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Los medios de pago ante la crisis

Cuando las tasas de morosidad comiencen a reducirse, cuando el crédito vuelva a fluir de forma significativa, cuando el proceso de consolidación y reestructuración financiera culmine, cuando la nueva normativa de solvencia se clarifique y entre en funcionamiento… En definitiva, cuando la crisis haya pasado para el sector bancario español, la viabilidad de cada entidad y su papel en el sistema financiero vendrá marcada por la tecnología entendida en un sentido amplio, comprendiendo el terreno de las ideas y del uso eficiente y productivo de los recursos. Será ahí donde la capacidad de los gestores para entender el entorno bancario de los próximos años, para interpretarlo y para aprovecharlo gozará de una importancia inusitada.

Y será así porque nos enfrentamos a un futuro de más regulación y restricciones a la actividad cuyos límites aún no están definidos y en la que la innovación y las ideas se convertirán en los principales valores para una transformación que el sector precisa, un nuevo modo de hacer banca en el que habrá que reinventar y redefinir todos los procesos, productos y actuaciones.

Hoy en día las entidades de depósito españolas son aún un paradigma de la llamada "banca universal", donde los clientes pueden acceder a una amplia gama de servicios y productos en su oficina y, cada vez más, a través de internet. ¿Cambiará la crisis este modelo amplio de hacer banca? ¿Cuál es la capacidad de las entidades financieras españolas para innovar? Incluso teniendo en cuenta la tendencia hacia una mayor regulación y restricción de la actividad bancaria en todo el mundo, no parece que el tipo de limitaciones que se quieren poner en juego -incluido el conjunto de medidas que se adoptarán en Estados Unidos bajo la conocida regla Volcker- pudieran afectar de forma significativa al sector bancario minorista en España, que poco ha tenido que ver con la proliferación o difusión de los llamados vehículos estructurados de inversión que dieron pie a la actual crisis financiera.

Lo que sí será necesario es hacer de la especialización una virtud que conduzca a más valor añadido. En este sentido, las entidades financieras minoristas españolas cuentan con una amplia red de sucursales que, incluso racionalizada y recortada, supone una red comercial y de servicios fundamental sobre la cual cimentar nuevos productos, ideas y relaciones con los clientes.

Contamos con precedentes al respecto. Tomemos como ejemplo la actividad de medios de pago. Como se desprende del número 97 de Perspectivas del Sistema Financiero publicado por Funcas, los medios de pago han sido un ejemplo fundamental de esta capacidad para innovar y un punto de referencia para el futuro. La red de cajeros automáticos y terminales en puntos de venta (TPV) de España es una de las mayores del mundo. En el tercer trimestre de 2009 (último dato disponible) había en España 61.319 cajeros y 1.543.290 TPV. Los españoles cuentan con 75 millones de tarjetas de débito y crédito.

En este sentido, la apuesta de las redes de medios de pago que forman las instituciones bancarias españolas ha sido una de las más destacadas de las últimas dos décadas en una apuesta por hacer más eficiente algo tan simple como pagar con tarjeta u obtener efectivo. En este sentido, realizar apuestas de este calado también es innovar. Más aún cuando se estima que una economía puede ahorrar más del 1% de su Producto Interior Bruto conforme pasa de medios de pago basados en papel a medios de pago electrónicos.

Estudios recientes han demostrado, además, que las tarjetas de pago (y, en particular, las de crédito) incrementan el gasto medio por persona en los comercios, lo que también supone una ventaja respecto al uso de efectivo, en este caso concreto para los vendedores y para estimular el consumo.

Aun cuando las tarjetas y los medios de pago electrónicos, en general, han sufrido también en determinada medida los efectos de la crisis, no cabe duda que volverán a constituir un elemento clave de estrategia competitiva con la recuperación y suponen un ejemplo de la forma más fácil de innovar: hacerlo mejor que los demás, creando valor añadido y con una apuesta decidida. Y este tipo de estrategias serán extensibles a toda la actividad bancaria porque innovar en tecnología será concebir la oficina como un elemento de relación con el cliente que demanda servicios financieros y no financieros.

Al mismo tiempo, la gestión bancaria deberá permanecer ahora más atenta que nunca a elementos de progresivo calado en la sociedad y en sus usos como las redes sociales. No es de extrañar que muchos bancos se publiciten y ofrezcan servicios en redes sociales como Facebook y envíen información a través de Twitter, o permitan realizar pagos y otras operaciones a través del móvil. Y este es sólo el comienzo.

Santiago Carbó Valverde. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada y consultor del Banco de la Reserva Federal de Chicago

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