_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Perspectivas fiscales y riesgo-país

Los mercados financieros están inquietos con la deuda española. Y por ello, el coste de asegurarla se ha elevado por encima los 100 puntos básicos y el diferencial de tipos de interés con la deuda alemana supera los 70 puntos básicos. El volumen de deuda pública no debería generar esa inquietud. España entró en la recesión con una hacienda pública muy saneada, con una deuda en el entorno del 35% del PIB y, que en 2009 se habrá situado en el entorno del 50/52%, muy alejada de los valores de Bélgica (97%), Italia (115%) o Grecia (112%).

Si no es el volumen absoluto de deuda, ¿cuáles son las razones de esa inquietud? En primer lugar, la crisis financiera y de la construcción ha significado, y va a significar, un reajuste en la estructura de los ingresos públicos. En buena parte de la década prodigiosa, las bases fiscales que más aumentaron fueron de figuras impositivas con elevada capacidad recaudatoria (IRPF, cotizaciones sociales, impuestos sobre transmisiones patrimoniales e IVA). Como ha destacado recientemente la Comisión Europea, el futuro de los próximos años apunta a una clara contención en aquellos ingresos por el agotamiento, o menor avance, parcial de estas fuentes de renta.

En segundo término, los efectos de la crisis en el medio plazo también serán dilatados en lo concerniente al gasto. La recesión se acabará saldando, si no hay nuevos episodios, con una destrucción de ocupación cercana a los 1,8 millones de empleos, a los que hay que sumar una oferta de trabajo adicional de 0,6 millones, lo que arroja un total de 2,4 millones de nuevos parados. Con un ritmo de creación de empleo en el entorno de los 300.000 por año, y sin nuevas incorporaciones a la actividad, ese desempleo necesitará de un largo periodo de tiempo para su reabsorción. Y de políticas públicas para su reabsorción, al tiempo que el subsidio de paro mantendrá elevados valores de gasto en los próximos ejercicios.

Adicionalmente, la contracción del empleo va a tener consecuencias negativas sobre los ingresos de la Seguridad Social, en un contexto demográfico que está ya afectando las cohortes de menos de 35 años, al tiempo que la población activa de 55 y más años continúa aumentando intensamente. Así, entre 1996 y 2009, los activos nativos menores de 35 años ya han caído unos 0,7 millones (un 9,0%), un descenso afortunadamente la inmigración ha revertido temporalmente, al tiempo que los de 55 y más han aumentado más del 60% (y cerca de 1 millón). Este proceso dibuja un horizonte de caída de cotizantes y aumento de pensionistas que presionará sobre las finanzas públicas en los próximos años.

Finalmente, la carga por intereses de la deuda, ahora una partida menor de los presupuestos generales del estado (en 2009 alcanzó un 5,2% del gasto) aparece, también, como otra amenaza a la estabilidad presupuestaria, dadas las expectativas alcistas de la deuda y de los tipos de interés. En suma, un horizonte complicado para ingresos y gastos públicos.

Pero, ¿son estos los únicos factores que subyacen al pesimismo de los mercados? Ciertamente, no. El ritmo de crecimiento del déficit emerge, en el corto plazo, como un aspecto crucial para explicar el aumento en el riesgo-país. Y para muestra, un botón. Los mercados están penalizando, junto a España, otros países con bajos niveles de endeudamiento, pero con déficits públicos también muy abultados (Irlanda o Gran Bretaña). Nuestro endeudamiento no es excesivo. Incluso, un nivel en el entorno del 70% del PIB dónde probablemente se situará en los próximos años, tampoco, como muestra la experiencia internacional. Lo que es preocupante, e inquieta a los mercados, es el crecimiento del déficit y las perspectivas de una consolidación fiscal compleja. Esta, como el aumento del IVA del próximo julio señala, ya ha comenzado. Pero le queda un largo camino por recorrer.

Y en este proceso, quizás convenga recordar que el nivel de presión fiscal española (medida como ingresos públicos sobre PIB%) continúa muy alejada de la media del área del euro (44%) o de los valores de Alemania (44%) o Francia (47%). Nos esperan recortes de gastos, pero no debiéramos olvidar los ingresos.

Josep Oliver Alonso. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona

Archivado En

_
_