El dilema de la economía China
El primer ministro chino, Wen Jiabao, dijo una vez que 2009 sería el periodo económico más duro para China en 50 años. En 2010, los políticos se enfrentan a una misión aparentemente imposible, mantener el crecimiento del 8,7% de 2009 y, al tiempo, controlar el repunte de la inflación.
El IPC anual se situó en diciembre en una aparentemente suave tasa del 1,9%. Pero la cifra subestima la amenaza. El índice de precios al consumidor excluye el rápido crecimiento del coste de los inmuebles. En el último mes, los precios subieron un 0,8%, una tasa anualizada desbocada del 10%.
Los precios de los alimentos, que constituyen el 90% de crecimiento anual del IPC de diciembre, están aumentando más rápido. Los precios de los fabricantes están creciendo en un 11% en tasa anualizada. Esos incrementos están siendo trasladados a los consumidores -las dos principales marcas chinas de bebidas alcohólicas han aumentado los precios alrededor de un 10% y Coca-Cola amenaza con seguir su ejemplo-.
Los fabricantes de automóviles y electrodomésticos también tienen que hacer frente al aumento de costes y ya no pueden seguir reduciendo inventarios recortando los precios de venta, no después de aumentos del 58 y 25%, respectivamente, en las ingresos de diciembre. Las subidas de precios parecen inevitables.
Crecimiento e inflación excesiva tienen la misma fuente monetaria, una avalancha de préstamos bancarios. Una subida de tipos sería la mejor medicina, pero conlleva efectos secundarios. La parte más frágil de la economía, como la inversión privada y los servicios, podrían resultar perjudicados. Algunos de los proyectos de construcción financiados con deuda -había 4 billones de yuanes (586.000 millones de dólares) de inversión en infraestructuras en 2009-, podrían retrasarse.
Hay otros botones que Pekín podría apretar, pero no son muy atractivos. Una revaluación del demasiado barato yuan reduciría la factura de la importación de materias primas, protegería a los consumidores de algunos aumentos de precios y frenaría la liquidez especulativa desde el extranjero, pero a costa de puestos de trabajos de la exportación. El primer ministro Wen puede que todavía añore los días felices del duro 2009.
Wei Gu