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Fitur 2010. Viejo continente

Una joya arquitectónica en pleno corazón de Europa

La República Checa no acaba en Praga. Un país lleno de historia resuelto a lucir sus encantos.

Su despegue como foco turístico lo dio al poco de caerse el telón de acero. Tras escindirse de Eslovaquia el 1 de enero de 1993, la República Checa se fue erigiendo poco a poco como uno de los destinos predilectos de alemanes, austriacos y otros centroeuropeos. Y es que, además de contar con ciudades de tremenda belleza, en las que predominan los colores, los tejados verdes y las formas neoclásicas, su etapa bajo el control de la URSS le confería el atractivo añadido de los bajos precios para los estándares occidentales.

Mucho ha llovido desde entonces. Praga forma hoy parte del selecto club de capitales monumentales del continente. Es una de esas ciudades en boca de todos, de las pocas que resisten la comparación con joyas como Roma, París o Florencia en las recurrentes conversaciones sobre cuál es la ciudad más bella de Europa. La República Checa lleva seis años en la Unión Europea y doce en la OTAN. Pero pese a la juventud de sus fronteras actuales, el país tiene un pasado tan antiguo como glorioso. Unificado en el siglo IX, el territorio de Bohemia, cuyos límites históricos ocupan hoy la mitad occidental del país, vivió su época dorada durante el siglo XIV, siendo la capital del Sacro Imperio Romano Germánico. De esa época data, por ejemplo, el famoso Reloj Astronómico de Praga, situado en la Plaza de la Ciudad Vieja y que cumple este año 600 años.

Y precisamente porque Praga ya es un destino consolidado, los esfuerzos de Chequia pasan ahora por promover el turismo en el resto de sus ciudades. No cabe duda de que la capital checa es visita obligada para los que pisen por primera vez tierras checas. Pero la visita de Praga puede acompañarse de uno o dos días en algún otro destino, algo facilitado por las cortas distancias entre las ciudades.

Para los que les gusten las compras, una opción es conocer Brno, la segunda urbe del país. En cuestión de gastronomía destaca Kutna Hora, conocida por sus restaurantes típicos checos. Y si lo que se busca es relax, entonces hay que ir a la ciudad balneario Karlovy Vary, situada en la confluencia de los ríos Eger y Teplá. Esta colorida ciudad es famosa históricamente por sus fuentes termales, que ya la convirtieron en destino turístico internacional en el siglo XIX. Los amantes de la cerveza, bebida elevada al grado de cultura en el país centroeuropeo, disfrutarán perdiéndose por las callejuelas de Ceske Budejovice, cuna de la famosa Budweiser, cuya factoría se puede visitar. Y aunque la belleza es una de las características de la mayoría de ciudades del país, Cesky Krumlov merece quizá una mención aparte. Perteneciente a la lista de la Unesco de Patrimonio de la Humanidad y famosa por sus eventos culturales, es un perfecto ejemplo de ciudad medieval en la que conviven la arquitectura gótica, renacentista, y barroca.

Mucho hay por ver, pues, en la República Checa. De sus ciudades a su vegetación, pasando por su oferta golfística -cuenta en la actualidad con 80 campos en todo el país- o su gastronomía, el país de Kafka entra con pie fuerte en la segunda década del siglo XXI. Si es verdad que Europa Central y del Este gana fuerza como región turística, Chequia se postula como uno de sus referentes.

Cuando la tradición cervecera llega al 'spa'

En las guías de viajes se dice que en la República Checa cada persona bebe 157 litros de cerveza por año. Pero ni siquiera con la ingesta de tamaña cantidad de cebada fermentada se acabaría con las existencias, pues cada vez son más los usos que se le encuentran al brebaje cuya autoría se atribuye a los antiguos egipcios. Uno de los que están más de moda es el spa de cerveza. El primero de estos balnearios abrió en Praga en 2006.Y bañarse en cerveza no es capricho. Sus defensores dicen que los baños de cerveza a 34 grados de temperatura armonizan el organismo, descansan la mente y favorecen la relajación. Además, entre otros beneficios, aumentan las defensas del cuerpo. Sus detractores, en cambio, consideran este modo de consumición un desperdicio de la bebida insignia de tascas y bares.

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