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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Tesoro y las empresas pelean liquidez y riesgo

El mar de liquidez en el que nadaba la economía antes de que estallara la crisis financiera, y que movilizaba ingentes flujos de recursos de unos agentes económicos a otros y de unas zonas del planeta a otras, utilizando la confianza en la buena fe del sistema financiero, es cosa del pasado. Ahora, tras más de dos años de desconfianza y temores, el mar de liquidez comienza a recuperar su nivel, aunque los cánones de exigencias han cambiado. Durante 30 largos meses el dinero se ha refugiado en los activos que apenas albergaban riesgo, y que son los que siempre han funcionado como búnker durante los revueltos tiempos de recesión. El oro y la deuda pública han puesto a salvo buenas porciones de la riqueza privada, mientras que los valores de las empresas y los activos materiales utilizados como inputs productivos han sido repudiados por parte del dinero. Pero una vez que las aguas han vuelto al cauce de la normalidad, aunque no esté del todo recompuesta, la disputa en el mercado por la liquidez existente, ofreciendo dosis diferentes de rentabilidad con grados de riesgo también diferentes, ha vuelto a la palestra.

Así, la deuda pública y los valores empresariales, sean variables o fijos, se disputan el destino del dinero. Y las empresas, que han arrastrado siempre una prima de riesgo mayor, puesto que carecen del respaldo político y financiero colectivo que tiene el Tesoro, ofrecen una rentabilidad muy superior a la que proporcionan los bonos públicos. La tendencia lógica para los próximos años es que las Haciendas públicas mejoren las rentabilidades ofrecidas a los inversores para poder financiar las ingentes cantidades de dinero que tienen que emitir para auxiliar a la economía. Pero mientras tal repunte de rentabilidades se produce, que podría tener una prima añadida en Estados como el español por tener que disputar los recursos existentes con emisores de solvencia internacional reconocida, las grandes corporaciones privadas siguen siendo mucho más atractivas.

La rentabilidad media por dividendos de las empresas del Ibex 35 estimada para 2010 es del 4,4%, con 18 sociedades abonando tasas por beneficios muy superiores en relación con el valor de sus acciones. Sin embargo, el Tesoro en sus emisiones más atractivas, los títulos a 10 años, únicamente ofrece una rentabilidad del 4%, mientras que en las de corto plazo (letras a seis meses y uno y tres años) los retornos financieros son más limitados, en algunos casos incluso ya inferiores a la inflación.

Encabezadas por Telefónica, con una renta por dividendo del 7% en 2010 (1,4 euros por título), casi todas las grandes compañías baten al Tesoro en remuneración al capital. Además, las corporaciones de gran tamaño siguen ofreciendo incluso mejor desempeño financiero a quien toma participaciones en su capital que a quien adquiere sus propios bonos privados. En la mayoría de los casos la rentabilidad del cupón de las acciones ordinarias duplica la de los bonos, aunque los bonistas siempre tendrán la sagrada seguridad de recuperar cupón y principal, salvo quiebra de la empresa.

En las sociedades de pequeño tamaño o empresas de crecimiento la remuneración a los bonistas es siempre superior a la proporcionada por las acciones, como única fórmula que las compañías con baja calificación crediticia tienen para atraer la liquidez necesaria con la que afrontar sus procesos de inversión.

Una mayoría de empresas españolas ha mantenido la remuneración del capital en el último año, a pesar de la situación crítica por la que han atravesado. Y la estimación para 2010 es que los dividendos suban en proporción similar a la que está previsto que lo hagan los beneficios, lo que debe funcionar como un mecanismo adicional de atracción del dinero de los inversores. No obstante, las necesidades de recapitalización de algunas sociedades, entre ellas los bancos, podrían producir recortes del cupón adicionales a los ya realizados. Pero el verdadero riesgo para que los flujos que habitualmente se dirigen a la empresa dejen de hacerlo, y que las políticas económicas y monetarias deben evitar, es la subida artificial de los tipos del Tesoro, que pueden convertir sus emisiones en más cómodas y atractivas que la apuesta por las acciones empresariales, pero que encubren el riesgo paralizante de hurtar a la actividad económica la financiación que precisa para crecer y generar riqueza.

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