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A fondo

La banca estadounidense no cierra el círculo

Wells Fargo ha cerrado un acuerdo con el Tesoro para devolver los 25.000 millones de dólares que Washington le dio a cargo del TARP, el plan de salvamento de la banca. El lunes por la noche anunció una colocación en el mercado de 10.650 millones para devolver el capital y el martes por la mañana ya había precio para la emisión.

En Wells Fargo se han dado prisa. Igual que en Citigroup, que tiene algún fleco por resolver pero también ha cerrado un pacto con el Tesoro para devolver 25.000 millones y que el Estado se vaya deshaciendo su participación como primer accionista. La prisa llega después de que Bank of America anunciara que devolvería la ayuda extraordinaria que precisó. Así, la gran banca americana deshace oficialmente los lazos con el Estado y se libera de las instrucciones desde el Ejecutivo en lo referente a compensaciones.

Ahora bien, ¿cierra esto el círculo de ayuda mutua entre Wall Street y Main Street que diseñó el TARP? No.

En octubre de 2008, cuando se abrió el abismo, el Gobierno creó el TARP (dotado de 700.000 millones de dólares) aduciendo que el país tenía que ayudar a la banca porque no era posible que a la economía le fuera bien si el sistema financiero se caía. Ahora la banca dice que está fuerte, y lo muestra con ampliaciones de capital exitosas. Todo ello ha sido posible por la capitalización del Gobierno, los préstamos baratos de la Fed y el mensaje implícito que deja esta crisis: ningún banco grande (y ahora muchos lo son más que antes de la crisis) va a caer porque el Estado no puede permitírselo. Es decir, los inversores están seguros aunque los analistas cuestionan que Bank of America y Citi hayan alcanzado la estabilidad necesaria para devolver las ayudas.

Ahora, la banca tiene que cerrar el círculo. No se trata sólo de devolver el dinero sino de ejercer su labor como prestamista y hacer que la economía no financiera se mueva. Pero no está ocurriendo. En las pymes se quejan de que los créditos son denegados sin miramientos y las refinanciaciones de hipotecas, claves para estabilizar el mercado inmobiliario (y sanear los activos tóxicos aún en sus libros), van muy lentas. Los banqueros explican que no quieren volver a tomar riesgos como en el pasado. Entonces daban dinero a quien tuviera un pulso regular. Hoy, con cuentagotas.

Eso sí, las políticas de retribuciones se están actualizando entre los bancos que más ganan. Y las ganancias vienen de la actividad de intermediación, no de banca comercial donde los problemas siguen siendo importantes. Paul Volcker, el ex presidente de la Fed, cree que no se puede ofrecer una red de seguridad pública a bancos que se enfocan en el negocio de la intermediación como Goldman Sachs o General Electric.

En la Casa Blanca hay un importante enfado con la banca porque ésta no está cumpliendo su parte del trato social con los contribuyentes en un momento en el que la recuperación es lenta y el paro se enquista en tasas elevadas. Pero Obama, al aceptar la devolución del TARP, ha perdido fuerza y autoridad. Muestra de ello es que Lloyd Blankfein, de Goldman Sachs, Dick Parsons, de Citi y John Mack, de Morgan Stanley, no se tomaron la mínima molestia de planificar con tiempo una cita con el presidente en la Casa Blanca y no llegaron a ella el lunes.

A diferencia de los políticos, a los banqueros no les interesar tanto la opinión pública pero, si se tienen curiosidad, Gallup tiene respuestas. En 2005 el 41% de los americanos les daba una nota alta en ética y honestidad a los banqueros. Ahora, solo el 19% tiene esa generosa opinión.

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