El coste del sector bancario sin cajas de ahorros
Como en un gran número de economías avanzadas, la crisis financiera y económica ha derivado en un proceso de saneamiento, reordenación y reestructuración bancaria. En España este proceso puede calificarse como ordenado y sin grandes sobresaltos. Eso sí, parece que las cajas están acaparando el protagonismo, algo natural, dada su representatividad en el sistema financiero español.
Las dos claves sobre las que gira esta transformación son el reforzamiento de la solvencia y la consolidación. En este punto, y dada la dimensión generalmente media o reducida de muchas cajas, no sorprende que los rumores y proyectos de integración que se discuten tengan como objeto a estas entidades. Además, puede existir una cierta sobrecapacidad del sector que también implica reestructuración. Ahora como en el pasado, se trata de una adaptación al entorno que debe guiarse por cauces naturales que permitan a estas instituciones mantener su pujanza competitiva.
Lo que sí es llamativo es que se trate de aprovechar esta coyuntura para elevar propuestas que supongan una desnaturalización del modelo de cajas español. Reclamar su privatización es incorrecto, dado que ya son instituciones privadas de carácter fundacional y, por lo tanto, no se puede privatizar lo que ya es privado.
No obstante, la búsqueda del entrecomillado "privatizar las cajas" ofrece más de 65.000 resultados en Google. Sorprendente imprecisión. Y si lo que se quiere decir con "privatizar" es convertirlas en bancos al uso, en sociedades anónimas, el error puede ser no ya semántico, sino lo que es más grave, económico y social. Dos estudios presentados estos días por la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) nos ayuda a entender las consecuencias de un hipotético sector bancario sin cajas. Estos análisis sugieren que las cajas, como entidades con una doble función-objetivo, económica y social, cuentan con una aportación al bienestar específica de su propia naturaleza jurídica.
En la perspectiva europea, se observa que, en los últimos años, no han existido diferencias significativas en eficiencia o rentabilidad entre bancos y cajas en los países donde estas últimas son más representativas, como Alemania o España. Más aún, se muestra que los factores que más han influido en la competencia en la banca europea en los últimos años han sido la eficiencia, la apertura de oficinas, la entrada de competidores extranjeros y la competencia entre entidades de distinta naturaleza jurídica (bancos y cajas).
Por otro lado, está la contribución económica. Según estos informes, su presencia parece tener un impacto positivo en el crecimiento económico regional, particularmente mediante los préstamos que conceden a las pequeñas empresas y a las familias. Si bien es sabido que el crédito es un mecanismo impulsor del PIB, en el caso español se estima que el efecto multiplicativo del crédito sobre el crecimiento económico regional es un 20% superior en las cajas que en el promedio del sector bancario español.
En estos estudios se destacan también los beneficios sociales. La aportación de las cajas en términos de valor añadido se estima en 182,1 euros por habitante y 517,5 euros por hogar. Asimismo, por su presencia en territorios donde no actúan otras instituciones financieras, cabría esperar que, sin las cajas tal y como las conocemos, la exclusión financiera en España aumentaría y podría alcanzar al 6,8% de la población en 2015.
Estos datos apuntan a una contribución significativa y propia de las cajas de ahorros, precisamente cuando la crisis actual ha resaltado la importancia de promover un concepto de mercado pluralista en Europa, donde distintos tipos de proveedores concurran y ofrezcan servicios financieros a todos los colectivos sociales. Parece necesario preservar la diversidad de instituciones financieras, sin abandonar el principio de mismo negocio, mismo riesgo y mismas reglas. Si algo hemos aprendido últimamente es que ninguna entidad ni ninguna práctica bancaria es infalible y que, tal vez, para diversificar el riesgo sistémico un buen punto de partida pueda ser contar con diversos tipos de intermediarios financieros.
Santiago Carbó. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada