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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ambiente propicio para la reforma laboral

Las patronales CEOE y Cepyme se comprometieron ayer a ratificar un acuerdo con los sindicatos que desbloquea muchos convenios colectivos de 2009 actualmente inactivos. Un millón y medio de trabajadores se encuentran con el convenio paralizado, a pesar de lo avanzado del año. El acuerdo ya cuenta con el visto bueno de UGT, y CC OO analizará su aprobación el martes. De ser así, el miércoles 18 se produciría la firma de las cuatro organizaciones. No obstante, la decisión de los empresarios tiene mayor trascendencia que la mera aplicación de los convenios. Supone la recomposición de las relaciones con los sindicatos, rotas drásticamente en verano cuando la negociación a tres bandas (patronal, sindicatos y Gobierno) saltó por los aires ante la negativa de la CEOE a firmar un acuerdo que no incluyese una reforma laboral de calado. Y desde luego es impensable salir de una crisis si empresarios, trabajadores y Gobierno no reman en la misma dirección. En estos momentos es imprescindible diseñar un entorno que favorezca la competitividad de las empresas y devuelva la confianza a los agentes económicos, para lo que es inexcusable un plan de control de los costes, los salariales también, y ausencia absoluta de conflictividad laboral.

Los sindicatos han ofrecido como moneda de cambio para desbloquear los convenios la firma de un pacto plurianual de rentas a tres años, que incluya moderación en los salarios y en el reparto de los beneficios vía control de los precios. Los réditos que proporcione tal pacto de control de costes y precios es el mejor instrumento que pueden aportar sindicatos y patronal para recomponer los niveles de competitividad de la economía española, imprescindible para no perder terreno en los mercados internacionales, y también en el interno. Además, tal consenso allana el camino para recomponer la expectativas empresariales para la ampliación de proyectos de inversión, que deberían dirigirse a actividades con más recorrido productivo que las que han protagonizado la pérdida de actividad en la crisis.

Pero la distensión entre los agentes sociales acerca cada vez más la posibilidad de una reforma del mercado laboral pactada. Los sindicatos han dado muestras de avenirse a negociar, lo que podría producirse posiblemente a primeros del año próximo. Tras dos años largos de mirarse de reojo y pedir explicaciones al contrario, patronal y sindicatos han concluido que sólo ellos pueden poner en marcha nuevos mecanismos laborales para superar la crisis. La presión del paro creciente y la de los cuadros y afiliados de las organizaciones, tanto de los sindicatos como de la patronal, es creciente, y las cúpulas han captado el mensaje de que sólo tienen justificación si ponen a disposición de empresas y trabajadores herramientas útiles para solucionar la pérdida sonrojante de empleo que ha sufrido España. El modelo laboral no es responsable directo de la abultada destrucción de puestos de trabajo durante estos seis trimestres, achacables a la profunda caída de la actividad, demasiado anclada en proyectos con cimientos arenosos y poco profundos. Pero contiene desperfectos denunciados reiteradamente por organismos y expertos nacionales e internacionales. Así, la flexibilidad interna en las empresa, consagrada en la reforma del Estatuto de los Trabajadores de 1994, ha sido enterrada por decisiones ulteriores establecidas en los convenios colectivos.

Ante la ausencia de tal posibilidad, las empresas han optado por el uso y abuso de la contratación temporal, y por el uso y abuso del ajuste de plantillas sin coste. Pero no puede permitirse que cuando la economía se estabilice y vuelva a crear empleo, siga aferrada a un mercado laboral dual, en el que la mitad de los activos tienen empleo muy protegido, y la otra mitad, fundamentalmente la población joven, contratos temporales sin protección o, simplemente, paro y mala formación. Estas y otras deficiencias son las que hay que abordar en una negociación para establecer un nuevo marco laboral. Y para ello, hay que sentarse sin complejos y sin demagogia. Reformar no significa necesariamente abaratar el despido, pero tiene sentido una apuesta por un nuevo contrato fijo que reduzca el coste de la indemnización, y a la vez la altísima temporalidad. Para tales reformas sólo se precisa voluntad: la necesidad está encima de la mesa hace dos años.

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