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A fondo

El Tratado de Lisboa, ahora o nunca

Bruselas espera obtener hoy el sí definitivo de Irlanda al Tratado de Lisboa. Pero el segundo referéndum irlandés sobre ese texto no suscita en la capital comunitaria demasiado entusiasmo. Más bien, todo lo contrario.

El tortuoso proceso de ratificación provoca hastío, disgusto e impotencia entre una comunidad de diplomáticos y eurócratas que lleva casi una década trabajando en la reforma de las instituciones de la UE.

El nuevo Tratado ampliará los poderes del Parlamento europeo, creará el puesto de presidente de la UE y suprimirá la necesidad del apoyo unánime de los Estados para aprobar ciertas medidas.

La entrada en vigor de esas reformas depende en gran parte de las urnas que se abrirán hoy en la isla esmeralda entre las siete de la mañana y las 10 de la noche. Los sondeos conceden una cómoda victoria a los partidarios del sí, entre los que figuran todos los partidos políticos irlandeses (salvo los nacionalistas del Sinn Feinn), las patronales y las grandes compañías del país como Ryanair.

Pero Bruselas ya ha vislumbrado otras veces el final de su reforma institucional. Y en el último momento, ha descubierto que era sólo un espejismo.

El pesimismo alcanza ya tal grado que en los pasillos comunitarios se da por supuesto que si el Tratado de Lisboa no supera la prueba irlandesa, habrá que arrumbarlo para siempre.

Incluso si los irlandeses se tragan su orgullo y aceptan un texto casi idéntico al rechazado hace 15 meses (salvo la promesa de que todos los países tendrán derecho a un comisario europeo), sobre el Tratado sobrevuela todavía la imprevisible y desleal conducta del presidente de la República checa, Vaclav Klaus.

Klaus aún no ha firmado la ratificación de Lisboa a pesar de que el Parlamento checo ya lo aprobó en mayo. Y el pasado martes, cuando sólo faltaban 72 horas para el referéndum irlandés, un grupo de senadores checos próximos al presidente presentaron un nuevo recurso de inconstitucionalidad con el objetivo aparente de dilatar el proceso. Si el retraso se prolonga demasiado se podría solapar con las elecciones en el Reino Unido, donde el líder conservador, David Cameron, ha prometido convocar un referéndum sobre Lisboa si gana las elecciones y el Tratado aún no ha entrado en vigor.

"El recurso checo es una completa equivocación que supone un gran daño a Europa y al proceso constitucional", valora el eurodiputado socialista Ramón Jáuregui. ""Estamos ante una agresión a la construcción europea que llega en el peor momento".

La táctica de Klaus, sin embargo, parece condenada al fracaso, a juzgar por las declaraciones de ayer del ministro checo de Asuntos Europeos, Stefan Fülle, al portal de información en internet Euractiv. Fülle se muestra convencido de que la república checa concluirá la ratificación de Lisboa antes de finales de año como estaba previsto.

Algunas fuentes apuntan que el propio Cameron desea que la ratificación concluya para no tener que cumplir una promesa que le enfrentaría muy seriamente con París y Berlín.

En cualquier caso, la coartada de los remisos a ratificar (Klaus y el presidente polaco, Lech Kaczynski) puede disolverse hoy si los irlandeses dan su visto bueno al Tratado.

Los sondeos otorgan al sí una ventaja de treinta puntos sobre el no (55% frente a 25%). Pero uno de cada cinco posibles votantes se mantiene todavía indeciso.

La desconfianza de Bruselas hacia el resultado se ve reforzada por la tremenda impopularidad del Gobierno convocante, dirigido por un Brian Cowen (del conservador Fianna Fáil), que ya perdió el primer referéndum en junio de 2008.

El electorado juvenil, en particular, parece dispuesto a castigar a una clase política a la que culpa de su falta de oportunidades y del deterioro económico de la isla.

La tasa de paro se ha doblado en sólo un año y hasta el 12,5% en agosto de este año, según los datos publicados ayer por Eurostat. El desempleo se ceba particularmente en los menores de 25 años, que según esos mismos datos, soportan un paro del 26,4% frente al 13,1% de agosto de 2008.

Crisis

La tremenda crisis de la isla (con una caída prevista del PIB este año del 9%) se ha convertido, sin embargo, en el principal arma del Gobierno para pedir el sí al Tratado.

Las dificultades que atraviesan países extracomunitarios como Islandia, o que se encuentran fuera de la zona euro (como Estonia) han permitido al Gobierno y sus aliados resaltar ante los votantes las ventajas de pertenecer a la UE y a la Unión Monetaria. Incluso la compañía aérea Ryanair, que ha chocado repetidas veces con la Comisión Europea, ha reconocido estruendosamente que su modelo de negocio fue posible gracias a la liberalización impulsada por Bruselas.

Frente a esa abrumadora campaña, los miedos a la pérdida de soberanía agitados por los partidarios del No parecen haber perdido fuerza. En el primer referéndum, el Tratado se presentó como el final de la independencia fiscal de Irlanda o de la legislación de ese país que impide a las mujeres abortar.

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