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Los Juegos Olímpicos, indicador adelantado

Mañana, 2 de octubre de 2009, los miembros del Comité Internacional Olímpico votarán la elección de la ciudad que será la sede de los Juegos Olímpicos del año 2016. La decisión, al margen de otras consideraciones, tiene también un marcado carácter económico por cuanto es comprobable cómo, históricamente, funciona como un indicador adelantado sobre el crecimiento futuro del país del que forma parte la ciudad elegida.

Es evidente que la organización de unos Juegos Olímpicos es uno de los acontecimientos de mayor envergadura que un país puede organizar. El ingente volumen de inversión que requiere renueva completamente las infraestructuras, instalaciones y, en definitiva, supone un gran impulso a la imagen que el país en cuestión proyecta al mundo, mucho más aún en estos tiempos de globalización y repercusión inmediata a lo largo y ancho del planeta.

Pero, además, la elección supone una suerte; permite colocar en el radar mundial al país en cuestión y asegura un flujo de entradas tanto de personas como de capitales de muy considerable tamaño durante varios años. Así, pasó con Barcelona y con España en los últimos años de los ochenta y principios de los noventa y así ha sucedido, más recientemente, en los años que llevamos de siglo XXI con Beijing y con China en general.

A uno, como español y como madrileño, le encantaría que su ciudad fuera la elegida, y poder disfrutar aquí de la experiencia deportiva, cultural y humana y, de paso, de las consecuencias económicas que se derivarían de ello. Pero, como inversor, puestos a diversificar y por si los vientos que mueven la llama olímpica corrieran por otra parte, no dejaría de poner un ojo en el otro lado del Atlántico.

Luis Peña Kaiser. Consejero delegado de Fonditel Pensiones

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