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Tribuna
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La victoria de Angela Merkel

Las elecciones generales en Alemania no han deparado grandes sorpresas y han confirmado la efectividad y legitimidad del sistema. Los temores que había antes de las elecciones ante la posibilidad de una mayor fragmentación no se han materializado. Pese a que los últimos sondeos pronosticaban un resultado más cerrado, los resultados provisionales han confirmado la victoria de la coalición conservadora CDU-CSU de la canciller Angela Merkel que ha conseguido un 33,6% de los votos (una bajada respecto al 35,2% de las elecciones de 2005).

Por su parte, los liberales del FDP han sido los grandes ganadores ya que han alcanzado un 14,7% de los votos, con un notable aumento respecto al 9,8% de 2005. Estos resultados otorgan a la coalición entre democristianos y liberales una mayoría suficiente para formar un Gobierno, lo que finiquitaría a la gran coalición (democristianos y socialdemócratas) de los últimos cuatro años.

El gran perdedor de las elecciones ha sido el Partido Socialdemócrata, SPD, que se ha hundido con tan sólo un 23% de los sufragios, muy lejos del 34,2% que consiguió en los anteriores comicios y con el peor resultado desde la II Guerra Mundial, lo que ha hecho imposible una coalición de izquierdas pese al avance de La Izquierda, que obtiene un 12,4% de los votos (9,8% en 2005), y de Los Verdes, con un 10,2% (8,1% en 2005).

La campaña ha sido excepcionalmente anodina ya que se esperaba la reelección de Merkel, que es una formidable política pero poco efectiva en las campañas electorales. La canciller aprendió de los errores de 2005, cuando sus propuestas radicales atemorizaron al electorado, lo que casi le cuesta la elección, y en esta campaña en vez de subrayar las diferencias que podrían quitarle el puesto ha tratado de evitar cualquier encrespamiento.

Se espera que la nueva coalición reduzca el impuesto sobre las rentas unos 15.000 millones de euros, una de las principales propuestas del FDP, y que sea más tolerante con los déficits a corto plazo (paradójicamente eran los del SPD los que más han insistido en la reducción del déficit). La reciente enmienda constitucional que obliga a mantener el equilibrio presupuestario entrará en vigor en la siguiente legislatura por lo que ésta será la última gran oportunidad para reducir los impuestos. Además es muy probable que el nuevo Gobierno cuestione el calendario fijado para el abandono de la energía nuclear. Por último, los liberales también se han comprometido a defender las libertades individuales ante políticas invasivas como las del actual ministro del Interior, el democristiano Wolfgang Schäuble.

La nueva coalición tendrá muy poco tiempo para dormirse en los laureles ya que Alemania se enfrenta a retos muy importantes en los próximos meses. El Gobierno entrante tiene que hacer frente a la salida de la crisis (Alemania ha sido uno de los países que mejor la ha afrontado pese que se espera que decrezca más de un 5% en 2009), y al mismo tiempo resolver la controvertida venta de Opel que está causando tanta consternación en otros países europeos, incluido el nuestro, así como preparar la Cumbre de Cambio Climático en Copenhague, y negociar la Ronda de Doha para lograr un acuerdo de comercio global. A medio plazo tendrá que afrontar las reformas estructurales pendientes: cómo hacer el mercado laboral más flexible, y cómo reformar el Estado de bienestar para hacerlo más sostenible ante los retos del envejecimiento y disminución de la población.

Cabe la posibilidad pese a todo de que la nueva coalición no suponga grandes cambios. La crisis ha llevado al país a una tendencia aún más introspectiva en la que el intervencionismo estatal está de nuevo de moda y los compromisos internacionales, ya sea en Afganistán o en la UE, son cada vez más cuestionados. El énfasis durante la campaña ha sido en la economía social de mercado y la crisis parece haber consolidado el escepticismo hacia el mercado y hacia el modelo anglosajón. Las decisiones sobre la venta de Opel son un botón de muestra de lo que cabe esperar. Dado el papel clave de Alemania en la economía global y en la UE la consolidación de esas tendencias pueden ser preocupantes. El mundo necesita una Alemania abierta, que juegue un papel de liderazgo, y que ofrezca nuevas ideas. Es de esperar que el nuevo Gobierno lidere este cambio.

Sebastián Royo. Catedrático y Decano en la Universidad de suffolk en Boston

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