Multilateralismo imperfecto
Las reuniones del G-20 son el principal instrumento con el que cuenta la comunidad internacional para coordinar políticas económicas a escala global. Ha sido precisamente en el G-20 donde se paró el derrumbe económico y ha sido también en el G-20 donde se han acordado las medidas y líneas de política económica para salir de la crisis. Ahora bien, una vez cerrado el debate sobre el diagnóstico de la crisis ha llegado la hora de establecer la hoja de ruta de regreso a la normalidad, del reequilibrio y el crecimiento sostenido, algo que presiento cercano pero que no se ha vislumbrado en Pittsburgh.
Todavía no hay un acuerdo capaz de guiar la progresiva reducción de las medidas expansivas cuando sea necesario, ni de poner sobre la mesa una propuesta clara de reforma del marco regulatorio y de supervisión de la actividad financiera global.
Parecía que la reunión de Pittsburgh iba ser la de la decisión de los bonus de los ejecutivos bancarios, que al final no fue, aunque en la agenda había mucho más. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, presente por tercera vez y en esta ocasión tres meses antes de que España asuma la Presidencia de la Unión Europea, defendió en Pittsburgh una posición basada en cuatro ejes compartidos con el resto de socios de la Unión.
El primero, el mantenimiento del esfuerzo fiscal mientras siga siendo necesario para salir de la crisis, estímulo que según lo acordado deberá continuar al menos otro año más para asegurar que no habrá recaídas.
En segundo lugar, respecto a la profundización en la concreción de nuevas normas sobre regulación y supervisión del sistema financiero internacional, se aumentará la capitalización bancaria para mejorar la solvencia y calidad de sus activos, al tiempo que se refuerza el Consejo de Estabilidad Financiera -a caballo entre institución financiera internacional y otra cosa-. Sin embargo, el plazo para la aplicación de reformas se ha ampliado hasta el año 2012, demasiado tiempo si se tiene en cuenta que padecemos los efectos del shock regulatorio que llevó a la economía global al desastre.
El tercer elemento, la reforma de las instituciones monetarias internacionales, especialmente del FMI pero también del Banco Mundial, se adelanta al 2011 aunque sin especificar aspectos concretos salvo el imprescindible aumento del poder de los países emergentes infrarrepresentados en las mismas.
Por último, respecto a la búsqueda de un acuerdo mundial sobre el cambio climático y la financiación de la reducción de emisiones de los países emergentes, el G-20 reafirmó su voluntad de eliminar progresivamente los subsidios y ayudas al consumo de combustibles fósiles, una pequeña muestra de buena voluntad condicionada sin duda por la proximidad de la Cumbre de Copenhague.
Hubo otros acuerdos como la luz verde para el desarrollo de un marco para el crecimiento sostenible, a propuesta de los Estados Unidos, que deberá buscar una mejor coordinación global para reducir desequilibrios como el exterior provocado por su voraz consumo. Tiempo habrá, espero, para centrar la atención en otro tipo de desequilibrios monetarios, fiscales, de endeudamiento, y también en materia de sostenibilidad medioambiental. La Ronda de Doha se cerrará en 2010, veremos, por lo que ya podemos hablar de una década perdida en materia de comercio internacional, una tragedia para todos y no sólo para los países menos desarrollados que confiaron en 2001 en una rápida conclusión de la llamada "Ronda del Desarrollo", sino para la propia salida de la crisis a la que este retraso lastra. Hubo tímidos avances en materia de regulación de mercados de materias primas que al menos contribuirán a mantener viva la esperanza de los menos favorecidos.
En definitiva, los resultados de Pittsburgh, positivos, muestran sin embargo que la tarea pendiente es todavía muy grande. La consolidación del modelo G-20 presenta claras debilidades aunque se consolide desde ahora como un marco más amplio de decisión en lo económico frente al más elitista G-8 que se dedicará a cuestiones de política exterior y seguridad, avances importantes pero todavía insuficientes. Se trata de un multilateralismo imperfecto, más evidente todavía si se recuerda que la cumbre se ha celebrado durante la semana de la Asamblea General de Naciones Unidas, sin correa de transmisión obvia hacia elementos o espacios tan potentes como Wall Street o los paraísos fiscales, y sin que podamos hablar todavía de nada similar a un gobierno, o "gobernanza", económico global.
Juan Moscoso del Prado. Diputado a Cortes por Navarra (PSOE) y doctor en Ciencias Económicas