_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reconversión de la economía mundial

Pittsburgh es el lugar indicado. La ciudad de Pensilvania que acoge al G-20 protagonizó una de las reconversiones de la industria pesada más profundas que se recuerdan. Hoy, crece con una economía moderna orientada a los sistemas de automatización, software y tecnología biomédica. Es decir, a los líderes mundiales les bastará con mirar alrededor para saber qué hacer. Porque es la hora de la acción. Si las reuniones de Washington y Londres fueron foros apagafuegos para evitar el colapso económico mundial, con ingentes inyecciones de fondos en una labor combinada de los poderes públicos y los bancos centrales, esta de Pittsburgh debe pasar a la historia como la cumbre de la reconversión económica mundial, la que ponga en marcha los mecanismos para evitar que se repita la crisis. De lo contrario, será un fracaso.

Porque la crisis, aunque cada vez más controlada, no está superada. Y son numerosos los frentes abiertos. El principal, reconducir el capitalismo hacia un modelo de crecimiento menos desequilibrado y más justo. ¿Cómo hacerlo? El FMI ha recordado la relación estrecha entre eliminar desequilibrios y reformar la gestión económica a nivel global. En ese reequilibrio juegan un papel primordial las potencias emergentes, con la relación China-EE UU como plato fuerte. Se trata de llegar a un marco para el nuevo crecimiento, con políticas fiscales y monetarias que equilibren demandas internas, reservas, balanzas de pagos y endeudamiento.

Desde el punto de vista financiero, urge impulsar una nueva regulación global. La locura de riesgos no controlados y excesos imprevistos ha demostrado la urgencia de un mapa regulatorio mucho más profundo que la simple limitación de bonus a los banqueros, una anécdota ante el calado de lo que se está tratando. Se necesita pronto un diseño nuevo y claro. Por eso, bienvenido el acuerdo anunciado ayer por la Comisión Europea para reformar la supervisión, imprescindible para afrontar la realidad de los bancos transfronterizos. Es positivo y parece que será rápido, porque se han considerado las salvedades de Londres para no invadir su autonomía fiscal. Sin embargo, precisamente aquí puede estar una carencia: faltará la muy necesaria autoridad europea con capacidad de mediación. No obstante, es positivo el objetivo de nuevo sistema de supervisión financiera, para garantizar las mismas reglas en todos los países de la UE y mejorar la respuesta a los problemas en el sector financiero.

El paquete legislativo -que deberán discutir los Estados y la Eurocámara- pretende tapar los huecos detectados y adaptar los mecanismos de supervisión a un sector que trasciende las fronteras nacionales. El Consejo Europeo de Riesgos Sistémicos, para vigilar la estabilidad y emitir alertas, y de Sistema Europeo de Supervisores Financieros, formado por tres nuevas autoridades para banca, Bolsa y seguros va en la buena línea. Pero se quedará corto si no sirve de "inspiración a nivel global", como sugirió ayer Barroso, quien debería recordar que la supervisión a la española ha servido de inspiración previa a la UE. Todo sin olvidar que sigue pendiente la regulación de los derivados, verdadera zona cero de esta crisis.

La otra gran asignatura es la reforma del papel de los organismos multilaterales. El FMI ha recordado esta misma semana que los bancos centrales, aunque no fueron causantes de la crisis sí la facilitaron por fijarse mucho en la inflación de bienes y servicios y poco en la financiera. Deben tomar medidas para evitar nuevas burbujas, pero el propio FMI el Banco Mundial y los demás organismos multilaterales también están obligados a revisar su papel en términos de eficacia. En el alicaído ámbito del comercio internacional también se seguirá desperdiciando tiempo si no se avanza, y no sólo con discursos, en la estancada ronda de Doha. Es vital un acuerdo para libre comercio que aleje las negras nubes de proteccionismo que la crisis está proyectando sobre la economía mundial.

Con tal agenda, el problema del cambio climático quedará para la conferencia de Copenhague, en diciembre, pero se perderá otra oportunidad si no se asume un compromiso en el G-20, pese a las reticencias del Congreso de EE UU.

Pittsburgh es conocida como la ciudad de los puentes. El G-20 que acoge sólo servirá si tiende puentes fiables a una estrategia eficaz para poner fin a los estímulos públicos y abrir la salida a la crisis. Porque palabras sólo son insuficientes.

Archivado En

_
_