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La industria del capital riesgo ha vivido durante el periodo 2005-2007 su edad de oro en España. Cifras de vértigo con récords de inversión en cada ejercicio que cristalizaron en 2007, cuando se alcanzó la friolera de los 4.355 millones de euros (frente a los 969 millones de cinco años antes y los 2.948 millones de 2008).
Fue el momento en el que el sector realizó compras de compañías fuertemente arraigadas en el entramado empresarial español a precios llamativamente altos. Por ejemplo, los fondos Providence, Thomas Lee y JPMorgan compraron Ono/Auna por 1.300 millones; BC Partners y Cinven adquirieron Amadeus por 525 millones (ambas en 2005) y Candover se hizo con Parques Reunidos por 450 millones de euros en 2007.
Esto llevó a popularizar, en cierto sentido, al capital riesgo en España, una industria que llevaba instalada en nuestro país desde 1972, cuando se creó la primera sociedad, Sodiga (Sociedad para el Desarrollo Industrial de Galicia), de carácter público además. Luego, en la década de los ochenta nacieron las grandes firmas nacionales como Mercapital, Ibersuizas, Vista Capital, junto con otras de gran raigambre regional como Talde o Catalana D'Iniciatives (de iniciativa mixta público-privada).
El espectro empezó a completarse en los años noventa cuando vieron la luz otras firmas españolas importantes como N+1, MCH o Corpfin, y abrieron oficinas en España gigantes como Bridgepoint, Apax Parnerts, 3i, CVC o Advent International. Pero los volúmenes manejados en las operaciones suponían cifras modestas, muy en consonancia con lo que representaba el sector en su conjunto en la economía española.
Todo cambió con el nuevo siglo. Es entonces cuando desembarcaron los otros grandes fondos internacionales (Permira, Candover, PAI Partners, Carlyle, Doughty Hanson). Esto trajo consigo un reparto de papeles. Así, mientras las sociedades extranjeras planteaban como objetivo la compra de empresas que valían de 500 a 1.000 millones de euros (las llamadas megaoperaciones), las españolas enfocaban su mirada al mercado de empresas de tamaño mediano (las que valen entre 100 y 400 millones).
A partir de ese momento, y debido a las importantes cifras pagadas por parte de estos fondos extranjeros, el sector, tradicionalmente opaco, empezó a acaparar las primeras páginas de los periódicos. Al mismo tiempo que esto ocurría, se esperaba con expectación los cierres de las cifras anuales del sector para ver si se rompían los récords en inversiones o en dinero captado de los ejercicios anteriores.
Pero la enorme actividad que sirvió para llevar al capital riesgo a acaparar la atención de los medios de comunicación llevaba en sí misma el germen de la zozobra que se está experimentando en la actualidad, tanto en el mercado internacional como, no podía ser menos, también en España. Las adquisiciones realizadas con esas cifras tan abultadas tenían un componente de riesgo que, entonces, no se percibía pero que, con la crisis de los mercados financieros internacionales a finales de 2007, se hizo evidente.
La mayoría de estas compras se realizaron con elevados niveles de deuda frente al efectivo aportado. Así, de media, el ratio deuda frente al equity o capital en estas operaciones rondaba entre un 70% o un 80% (un 90% en el sector energético). En los tiempos actuales se ha reducido al 50% y al 60%. Además, la parte de deuda suponía 6-8 veces el Ebitda (ahora, con la crisis, está en 3-4 veces).
La crisis financiera ha traído consigo, asimismo, el cierre del mercado de deuda. Esto ha supuesto una falta de financiación bancaria para cerrar nuevas operaciones y si en estos momentos se encuentra, ésta es mucho más cara, con lo que las grandes firmas internacionales, que eran quienes más utilizaban el elevado apalancamiento para comprar las empresas, se han visto obligadas a la inactividad, lo que ha arrastrado a todo el sector.
El periodo recesivo actual está pasando factura al capital riesgo, ya que apenas hay operaciones en el mercado. Ahí están las cifras para demostrarlo. Los últimos datos dados a conocer por la patronal Ascri (Asociación Española de Entidades de Capital Riesgo), a cierre del primer semestre de este año, hablan de un descenso del 49% en la inversión respecto al mismo periodo de 2008 (y un 65% menos que en los seis primeros meses de 2007), con un volumen invertido de 678 millones.
Las pocas operaciones que se han cerrado, un 21% menos que de enero a junio de 2008, tienen como objeto las empresas de tamaño mediano. Y aquí no entran los grandes fondos internacionales. El resto de las magnitudes también han experimentado este año bruscos descensos. Así, el volumen de desinversiones ha descendido un 15% frente al primer semestre de 2008, alcanzando un volumen de 269 millones de euros, y la captación de nuevos fondos está prácticamente paralizada. La reciente oferta de la familia Cosmen y de CVC para hacerse con la británica National Express, propietaria en España de Continental Auto y Alsa, por 876 millones de euros puede indicar que el sector empieza a salir del marasmo donde está metido.
Sin embargo, el sector tiene que hacerse preguntas y, al mismo tiempo, dar respuestas, sobre todo ante los inversores, que han confiado su dinero a estas sociedades en el pasado con la finalidad de conseguir unos retornos elevados y que ahora están mostrando su indiferencia, o su recelo, al no apoyar el lanzamiento de nuevos fondos.
El capital riesgo se encuentra, por tanto, en un punto de inflexión. Y la solución o las respuestas pueden ir en distintas direcciones. Lo que está claro es que nada volverá a ser como en el pasado reciente. Aun así, el sector tiene que regresar a la actividad, porque, como se ha dicho muchas veces desde la patronal, el capital riesgo ha venido a España para quedarse.
Pero ¿cómo? Esa es otra cuestión. Aunque se espera que el segundo semestre de 2009 sea mejor que el primero (un volumen de inversión al cierre del año de 2.500 millones sería un buen síntoma, a pesar de que signifique una bajada del 42,5% frente a 2007), el sector está obligado a cambiar. Desde el propio capital riesgo no se descarta el cierre de alguna firma o la clausura de las oficinas españolas de fondos internacionales a causa de su inactividad.
Otra opción puede ser la fusión de varias sociedades. Este camino ya se inició modestamente el año pasado con la unión de dos firmas dedicadas al venture capital (inversión en fases iniciales de empresas) como fueron BCN Emprèn y Highgrowth Partners. Pero, quizá, los pasos para reinventarse pasen por volver a los preceptos tradicionales que caracterizaron al sector antes de un boom marcado por el fuerte endeudamiento de las operaciones.