Capacidad para reinventarse
En diciembre pasado, un estudio realizado por Boston Consulting Group y el IESE diagnosticaba que el private equity se encuentra en medio de la tormenta perfecta. De manera casi vertiginosa la industria del capital riesgo ha pasado de su momento de máximo esplendor a una situación de gran incertidumbre cercana a la depresión. Es complicado anticipar, sobre todo en una industria tan poco previsible, qué escenario nos encontraremos cuando llegue la calma y cómo debe reinventarse el capital riesgo para seguir desarrollando su actividad con éxito en esa nueva época.
Desde principios del nuevo siglo el capital riesgo ha disfrutado de unos años de gran bonanza en los que la conjunción de un entorno económico favorable y el cierre de operaciones de gran rentabilidad han ayudado al crecimiento, desarrollo y consolidación de la industria, tanto a escala global como en España.
Un volumen significativo de deuda a un coste muy barato, las mejoras de rentabilidad de casi todas las industrias, el incremento exponencial de precios y valoraciones de los activos y el flujo continuo de nuevos fondos pueden explicar el círculo virtuoso que se creó hasta finales de 2007. La cuestión, como señala el mencionado estudio, es que la crisis, financiera primero y de demanda después, ha llevado a todos esos factores a darse la vuelta de manera muy rápida y a dejar a la industria del capital riesgo en medio de un temporal que, perfecto o no, amenaza con mover sus cimientos.
Es un hecho que la crisis ya está provocando consecuencias relevantes en España. Muchas de las participadas están empeorando sus resultados, no cumplen los planes de negocio y, por tanto, están tensionando su estructura financiera. Ante todo ello, el sector tiene claro que las consignas de a centrarse en la gestión de participadas y back to basics son las adecuadas, pero no dejan de ser reacciones temporales, modos de capear el temporal. Y en todo caso hay gestoras que ya se encuentran en tal situación de riesgo que poca gestión o vuelta a los básicos les queda.
Las víctimas de esta situación no están siendo, necesariamente, las peores sino a las que la ola les ha pillado más descolocados. El no tener un fondo levantado reciente, no vender en el momento de inflación de precio o tener participadas con estructuras de deuda menos eficientes ante crisis repentinas se va a llevar por delante a algunos de los agentes del mercado y, lo que puede ser más grave, generar desconfianza en los inversores.
Con mucha probabilidad, lo que marque las características del escenario que nos encontremos tras la crisis sean las actitudes, inquietudes y expectativas de los inversores privados e institucionales (LP). æpermil;stos también están sufriendo las consecuencias de la crisis financiera y el hecho de que sus participaciones en el capital riesgo hayan reducido su expectativa de rentabilidad, sean ahora menos líquidas por la menor capacidad de venta de las participadas y mantengan una estructura de costes elevada no ayuda a su ánimo.
Las gestoras de capital riesgo tendrán que manejar sus relaciones con los inversores muy cuidadosamente para mitigar el impacto que esta tormenta está teniendo sobre los mismos. No es probable que los inversores abandonen su apetito por los mecanismos del capital riesgo, pero está claro que podrán incrementar la presión para la reducción de los fees que reciben las gestoras o aventurarse a la inversión directa en empresas como ya están haciendo los fondos soberanos.
En resumen, la tormenta perfecta en la que en la actualidad está inmersa la actividad del capital riesgo pasará y dejará un escenario al que los agentes tendrán que adaptarse. En el nuevo panorama habrá gestoras ganadoras cuya solidez actual y exitosa trayectoria les asegurará oferta de fondos y les permitirá mantener modos de funcionar tradicionales. Pero habrá otras que tendrán que ser mucho más flexibles y buscar mecanismos imaginativos abandonando las estructuras de honorarios estándar que hasta ahora compartía la práctica totalidad de la industria. Y todos ellos tendrán que innovar y anticiparse para poder llegar a oportunidades de inversión atractivas.
De todos modos esta situación no será más que un nuevo ejemplo de una de las principales fortalezas del capital riesgo que es su capacidad de adaptarse de forma rápida y eficaz a las circunstancias.
Javier Lancho / Senén Touza. Socios de Transaction Advisory Services de Deloitte