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Tribuna
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Reforzar el sistema productivo

Raúl Gómez Merino / José Ramón Berecibar

En la actual disertación hacia medidas anticrisis de efecto inmediato, carácter reactivo y destinadas al estímulo del consumo y a la reanimación de un sistema financiero en el fondo inmortal, no se deduce extraño que podamos sucumbir al error de cegar las miras por la creación de estructuras sostenibles. Y es precisamente en esta fase del tocamos suelo cuando, tras los vértigos sufridos, se trataría de forzar análisis críticos a favor de la creación de pilares de futuro, contrapuestos a los desajustes construidos durante bonanzas desequilibradas.

Las medidas de estímulo deben, efectivamente, impulsar la demanda, pues esta crisis en su estado actual no es sino una crisis de dicha fuerza económica. Y la demanda se recuperará, lenta, o quizás muy lentamente, pero se recuperará. Es una de las ventajas de las economías globalizadas.

Llegado el momento, el examen al que el nuevo contexto someterá a las distintas estructuras económicas será más exigente e intransigente que nunca. Se antoja evidente prever que únicamente aquellos sistemas que demuestren ventajas en competitividad podrán realmente optar por salir reforzados. En otros ámbitos se denominaría selección natural. Consecuentemente, el sistema productivo, el tejido industrial, emergerá en su rol de motor y juez del potencial real de cada economía en la anhelada fase de recuperación económica.

Por ello, las medidas anticrisis que ahora se acuerden, desde las referentes al cambio de modelo económico hasta los planes de reordenación bancaria, deben considerar prioritariamente la dotación de esfuerzos hacia el incentivo de la innovación, el desarrollo de la productividad y, con ello, el aumento de la competitividad de nuestro tejido industrial. Es imprescindible reestructurar el sistema financiero (y no sólo las entidades). Pero tan importante resultará impulsar el desarrollo del sistema productivo.

En un primer lugar, se antoja conveniente que el control que el Banco de España vaya a realizar de la dotación del FROB para encauzar el reforzamiento del balance de las entidades bancarias primara garantizar el acceso a la financiación desde el tejido industrial. A este efecto, las Administraciones deberían priorizar la adopción de medidas (financiación directa, indirecta, líneas de avales, nuevos incentivos fiscales) donde no sea tan importante las condiciones de financiación como la garantía del propio acceso a ésta que no cohíba el progreso productivo.

Nos encontramos en un estado de tal aversión a planes inversores en búsqueda del desarrollo orgánico, de tal obsesión por solucionar el inmediato plazo, que podríamos estar construyendo un lastre garante de un futuro de estancamiento. No hay duda de que el nuevo contexto exige que los análisis de riesgo en la concesión de financiación se realicen con un mayor control. Pero control de riesgo nunca debe suponer bloqueo sino rigor. No debe cohibir sino aportar seguridad.

Resulta en este sentido especialmente apremiante agilizar el acceso a financiación de corto plazo en la empresas que aligere la actual obsesión por gestionar discriminadamente las tensiones del circulante inevitables de un contexto recesivo como el que sufrimos.

Ahora, cuando se construyen los Presupuestos para el ejercicio 2010, consideramos esencial la colaboración interinstitucional, para que la Administración del Estado, las comunidades autónomas y las diputaciones forales procedan a poner en común sus iniciativas y los procedimientos y condiciones a exigir, reduciendo significativamente la carga burocrática; solicitar de forma conjunta, para el caso de configurarse como ayudas públicas, las correspondientes autorizaciones de la Comisión Europea, y gestionar posteriormente de forma independiente cada Administración los fondos respectivos, junto con los proyectos a financiar. Y con ello garantizar el acceso a la financiación y el control de su gestión, así como el otorgamiento de dichas medidas a actividades de innovación hacia la eficiencia y la productividad.

Todo lo anterior generará así planteado un factor diferenciador de competitividad. Y, como consecuencia, el fomento del empleo. Un empleo, a su vez, catalizador de la demanda interna. Decíamos que ésta, en su estado actual, es una crisis de demanda. Solucionémosla, por tanto, fomentando la competitividad.

Raúl Gómez Merino. Director de finanzas de Vidrala

José Ramón Berecibar. Abogado de Uría Menéndez Bilbao

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