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Tribuna
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Comienzo de curso

Hace un año, por estas mismas fechas, pocos esperaban los acontecimientos que se sucedieron durante los meses de septiembre y octubre, catalizadores de una de las crisis más graves que han sufrido las economías modernas. Un año después, septiembre vuelve a ser un mes de incertidumbres a pesar de algunas noticias y datos esperanzadores recientes. Aun así, el estado general de opinión sobre la recuperación económica varía desde el moderado optimismo a la preocupación reservada. Los más optimistas optan por una recuperación en forma de V (elevación rápida y pronunciada del nivel de actividad en los trimestres tercero y cuarto del año corriente), otros optan por la W (aceleración positiva del nivel de actividad que no se puede sostener, dando lugar a una inflexión para alcanzar más adelante una recuperación sostenida a partir de la segunda mitad de año próximo), o por la U (estancamiento prolongado antes de alcanzar una recuperación sostenida).

La identificación del tipo de recuperación se ha visto distorsionada por la evolución reciente de la economía mundial, con disparidades entre economías. Mientras que China, Alemania y Francia han registrado crecimientos positivos en el segundo trimestre, otros países como EE UU, Inglaterra o España continuaron con crecimientos negativos en el mismo trimestre. Este resultado no debiera considerarse sorprendente, si se tienen en cuenta las diferencias en la composición del PIB entre países y los distintos timing de los efectos sobre la economía real de las medidas fiscales adoptadas en cada uno de ellos.

Poco a poco se va construyendo un consenso sobre las bases futuras del crecimiento y sobre su naturaleza. Desde el punto de vista de la demanda, en los próximos trimestres las medidas fiscales seguirán teniendo un efecto positivo que, junto al empuje en el ajuste de inventarios, serán las claves de un crecimiento positivo. Este crecimiento, sin embargo, no será creador neto de empleo y habrá que esperar hasta el próximo año para ver un efecto positivo del crecimiento sobre el empleo. El fundamento del crecimiento sostenido creador de empleo es la necesidad de que al empuje fiscal y ajuste de inventarios les siga un empuje de la inversión empresarial y del consumo. Para que esto sea posible, el crédito debe fluir hacia las empresas y hacia los consumidores. Para hacerlo posible, algunos países han tomado o reforzado algunas de sus medidas iniciales. El Banco de Inglaterra, a principios de agosto, redobló su esfuerzo de expansión cuantitativa. En el mismo sentido, el Banco de Suecia ha decidido establecer tipos de interés negativos sobre las reservas aparcadas en el Banco Central, y evitar así que éstas se queden estancadas para traducirse en un crecimiento del crédito.

En relación con el consumo, la cuestión varía entre países. En algunas economías (como EE UU o España) resulta difícil de creer que el consumo pueda en el corto plazo alcanzar el protagonismo necesario. Para ello, el consumidor tendrá que reducir de forma drástica su endeudamiento, aunque en los últimos meses éste se haya visto favorecido por la recuperación de la riqueza financiera a través de las subidas bursátiles y (en EE UU) por la estabilización en los precios de la vivienda. En otros países, como en Alemania, el consumo puede tomar un protagonismo mayor para servir de apoyo a la expansión de demanda. En relación con la oferta, el exceso de capacidad instalada se verá reducido por la escasez de inversión. Este exceso de capacidad instalada mantendrá la inflación atenuada, pero tendrá también efectos sobre el producto potencial de la economía, que se verá resentido.

æpermil;stas son sólo apreciaciones coyunturales, pero las preocupaciones más agudas (aunque para algunos no por ello más urgentes) son la necesidad de corregir algunos desequilibrios mayores ya presentes al inicio de la crisis actual. Por una parte, el enorme endeudamiento de las familias, no compensado con ahorro público, ha originado desequilibrios en la balanza por cuenta corriente (tal es el caso de EE UU o España); por otra, la excesiva participación del consumo/exportaciones en el producto interior (EE UU/Alemania) necesitará de una recomposición de la demanda mundial mientras el consumidor americano no restablezca su situación financiera. En España será necesario un ajuste similar. Por último, el esfuerzo fiscal en curso nos dejará como herencia una deuda que habrá que reducir, estableciendo compromisos para que la reducción se haga en un horizonte no muy lejano.

Juan Toro. Socio director de TMGSpain y profesor en el IE Business School

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