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Tribuna
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El escalón más bajo de la crisis

Hasta que fue despedida hace tres meses, María acompañaba su comida diaria -arroz y judías pintas- con una pequeña porción de pollo o carne dos veces por semana. Hoy, ella y sus tres hijos comen sólo dos veces al día, ya no hay nada junto al arroz o los frijoles y el más pequeño ha dejado de ir a la escuela porque no puede pagarle el transporte, el calzado y la comida. María tiene 36 años y ha trabajado cuatro en una fábrica de la zona franca en Managua, Nicaragua, donde se producen textiles para la venta al mercado global. Una cuarta parte de las trabajadoras de la zona franca han sido despedidas desde el inicio de la crisis en Nicaragua por la caída en la demanda global.

Realidades como esta son las que esconden algunas cifras globales: un crecimiento del desempleo superior al 7% según la OIT; un crecimiento del 0,9% para África y del -1,9% para América Latina, según Naciones Unidas; una caída en 2009 del 12% en los flujos comerciales y del 8% de las remesas hacia el mundo en desarrollo según el FMI, y más de mil millones de personas en situación de desnutrición.

El estar más lejos de los mercados no ha limitado el impacto de la crisis entre los sectores más vulnerables. El hecho de estar tan abajo en los niveles de alimentación, vivienda o gasto educativo hace que bajar un escalón más suponga un deterioro escalofriante en millones de personas en África, Asia y América Latina.

Los países más avanzados optaron por endeudarse e inyectar recursos a la economía, evitando quiebras en cadena y buscando reactivar el empleo y el consumo. En marzo de 2009 el estímulo fiscal global ya se situaba en un 3,16% del PIB. En la reunión del G20 de abril en Londres se acordó inyectar liquidez al sistema global a través del FMI, pero ese dinero todavía no llega a los países más pobres, que necesitan recursos adicionales para impulsar estímulos fiscales equivalentes. Endeudarse les resulta hoy demasiado caro y sus redes sociales son demasiado débiles para ayudar a quienes más sufren la crisis con un mero refuerzo.

Varias claves pueden ofrecer ya alguna luz al final del túnel de esta crisis, que debe provocar una revisión en profundidad de la economía y la sociedad globales. Sobre todo en la UE por su gran responsabilidad. Son necesarios recursos urgentes y baratos -donaciones o créditos muy blandos- y ha de canalizarse rápido el nuevo dinero del FMI y de otros organismos. Cuando el rescate bancario global en sus diferentes modalidades ha superado ya los 18 billones de dólares, cuesta entender que evitar la desnutrición o garantizar la educación no merezcan un aumento de 150.000 millones en la ayuda o una gestión ágil, rápida y libre de condiciones contracíclicas de la financiación de los organismos multilaterales.

Pero un problema global de enormes dimensiones requiere una acción urgente: la evasión fiscal y la opacidad de las cuentas en los paraísos fiscales. Según el think tank Global Financial Integrity, la evasión fiscal derivada principalmente del transfer mispricing, es decir, de los precios maquillados en el comercio intrafirmas, evita que lleguen al erario público de los países en desarrollo cada año 300.000 millones de dólares (dos veces la ayuda al desarrollo y algo menos que la inversión dirigida al mundo en desarrollo en un año sin crisis). Esos impuestos no pagados o evadidos deberían servir hoy para luchar contra los impactos de la crisis, pero están en cuentas bancarias secretas en paraísos fiscales. La era del secreto bancario se ha terminado, sentenció el G20 de Londres, pero nada más lejos de la realidad. Es preciso conseguir avances rápidos mediante sanciones, compromisos de colaboración y sistemas de reporte país por país sobre los beneficios y pago de impuestos de las empresas.

La reforma del Gobierno del FMI (controlado hasta hoy por EE UU y la UE), así como el creciente endeudamiento en algunos países en desarrollo, son otros retos destacados de la agenda global. Una agenda sustancial que España, a través de su participación en el G20 y como presidenta de turno de la UE en el primer semestre de 2010, debe aprovechar para impulsar medidas de urgencia y reformas profundas para un nuevo escenario de desarrollo global incluyente.

Jaime Atienza Azcona. Investigador del departamento de estudios y campañas de Intermón Oxfam

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