Opción bursátil ambiciosa
Los fondos de renta variable emergente aportan diversificación a las carteras.
Una cartera de inversión estable y bien diversificada, tanto si es institucional como si pertenece a un inversor minorista, debe tener exposición a un variado número de activos. Sería lo equivalente al dicho popular de no poner todos los huevos en la misma cesta. Además, estos diferentes tipos de activos deben tener unas características diferentes que permitan compensar la mala marcha temporal de algunos con la buena marcha de otros. En el mundo profesional se conoce como activos no correlacionados.
Claro está que tiene que haber una convicción de que todos los activos en cartera van a tener un buen comportamiento. De poco me vale incorporar un activo de baja correlación con las demás inversiones de la cartera si este activo proporciona minusvalías importantes. Básicamente, el efecto final en la rentabilidad total de la cartera será negativo.
En las carteras de inversión, en particular si son de largo plazo, grandes y el inversor esta dispuesto a asumir ciertos riesgos con el fin de obtener unas rentabilidades más elevadas en el largo plazo, es también importante considerar la inclusión de activos y temáticas que disfruten de unas tendencias de fondo o vientos a favor que, potencialmente, les permite superar las rentabilidades de otros activos alternativos y potenciar la rentabilidad total de la cartera.
La renta variable emergente es sin duda uno, sino el principal, tipo de activo que cuadra con la definición arriba apuntada y que goza del favor de un creciente número de gestores y analistas profesionales. Como no podía ser de otro modo, algunos inversores minoristas, los llamados inversores de la calle, siguen la senda marcada por los profesionales y crecientemente muestran interés por invertir en este tipo de activo. De hecho, no es sólo interés sino inversión real como muestran los últimos datos de flujos de patrimonio en los fondos en Europa de Lipper. En mayo los fondos de bolsa emergente se beneficiaron de unas suscripciones netas superiores a las que tradicionalmente han venido siendo las categorías clásicas de bolsa para el inversor europeo como la propia renta variable europea, renta variable global o renta variable de la zona euro. El análisis de los datos ponía de manifiesto también que es el inversor particular más adinerado, como el perteneciente a los segmentos de banca privada y personal, la principal fuente de compra.
Otro de los activos que comienza a volver al candelero es la renta variable japonesa, promesa de recuperación fulgurante desde que en 1990 comenzara su particular calvario. La realidad ha sido decepción tras decepción pero no faltan los que dicen que esta vez pueda ser diferente. En realidad, es un activo que pese a pertenecer a un país desarrollado que sigue siendo la segunda economía del mundo, se comporta más como un emergente. Los datos de volatilidad en diferentes periodos así lo atestiguan. En lo que críticamente no coinciden es en la dirección de los movimientos.
Como ejemplo y analizando el comportamiento a través de los índices Lipper, observamos que en los últimos diez años el índice de renta variable emergente global proporciona un retorno acumulado en euros del 121% que se eleva al 162% si consideramos sólo la bolsa emergente latinoamericana. Ello se compara con un 40% de minusvalía para el índice de bolsa japonesa, el peor entre los países desarrollados, o una pérdida del 17% para la bolsa europea. El índice de fondos de bolsa española se sitúa entre medio con una plusvalía acumulada del 34%.
Los datos históricos son por tanto contundentes y la defensa de la bolsa emergente clara pero, como ya sabemos, rentabilidades pasadas no significan rentabilidades futuras. En realidad, la defensa del "caso" de los países emergentes, en particular los asiáticos China e India, es manida pero bastante sólida. Sin entrar en los detalles, las bases socio económicas de estos países son en estos momentos ideales para que sigan siendo el motor de crecimiento de la economía mundial en los próximos años y un diferencial de crecimiento positivo y abultado termina reflejándose en un comportamiento de sus mercados bursátiles superior.
El gran pero o "espada de Damocles" que amenaza dicho escenario es político. Según se vayan desarrollando más y más países como China, una creciente y educada clase media pondrá mayor presión para que el marco político se liberalice. De cómo de hábil sea el "establishment" político para gestionar la transición dependerá en gran parte que la inversión en esta clase de activo sea un éxito. Algunos son escépticos y razones no les faltan pero España fue un buen ejemplo de transición "tranquila". Que esto suceda en países tan diversos y de más de 1.000 millones de habitantes sería motivo de felicitación para el género humano.
Elegir el momento adecuado
La inversión directa en bolsa emergente o japonesa es en primer lugar muy cara y también complicada.
Lo lógico es hacerlo a través de fondos de inversión pertenecientes a gestoras con los recursos y conocimientos adecuados, que proporcionen una buena selección de valores y control de riesgos.
Siendo un tipo de activo tan "exótico" la figura del gestor con presencia local y especialista adquiere mayor importancia.