Estrategia de salida
España incurrirá en uno de los déficits fiscales más altos del mundo. De acuerdo a las previsiones de Economist Intelligence Unit, en 2009 será del 9,6%. Sólo será mayor el del Reino Unido (13,9%) y el de Estados Unidos (13,7%). Si estas previsiones se cumplen, España asumirá la presidencia de la Unión Europea del primer semestre de 2010 con el reto de política económica más importante de las últimas décadas para los Veintisiete: definir una estrategia racional y ordenada de ajuste fiscal y salida de la crisis (exit strategy).
La mayor dificultad en la definición de esta estrategia es que la crisis económica ha llevado a todos los Estados miembros a incurrir en déficits fiscales excesivos, incluso de acuerdo a la definición del renovado Pacto de Estabilidad y Crecimiento. La crisis está poniendo en cuestión la credibilidad del Pacto que choca frontalmente con el espíritu expansivo del plan europeo de recuperación económica que, precisamente, anima a los Estados miembros a incurrir en déficits públicos para paliar los efectos de la crisis económica sobre la demanda agregada en la Unión.
España se encuentra en contradicción. Por un lado, parte de un ratio de deuda pública respecto al PIB relativamente moderado. Llegó a ser en mayo de 2008 de sólo el 35,2% del PIB, el mejor legado del equipo económico dirigido por el vicepresidente Pedro Solbes. Sin embargo, el aumento de déficit ha sido dramático. En marzo de este año se ha situado ya en el 42,7% del PIB. Podemos alcanzar porcentajes superiores al 60% del PIB a una velocidad inusitada. España no puede instalarse en una senda de deterioro de este tipo.
A diferencia de otros grandes países de la Unió Europea, los mercados de capitales castigarían severamente a la deuda española, y dejaríamos una pesada hipoteca a pagar en los presupuestos generales de los próximos años. Nuestra estructura económica tan volcada a sectores como el turismo y la construcción, y nuestras políticas laborales y sociales que segmentan tanto el mercado de trabajo, nos exponen como a ningún otro al ciclo económico y a los flujos financieros del exterior.
Por ello, España debe aprovechar la presidencia de la Unión Europea para lanzar un mensaje que dé credibilidad a una política de ajuste fiscal inevitable en un plazo razonable. Será el Consejo Europeo el responsable de aprobar las recomendaciones que guiarán el ajuste fiscal hacia la estabilidad presupuestaria de la eurozona en el marco de la aplicación del Pacto. El timing del ajuste, la secuencia temporal del mismo, puede modularse pero el compromiso de contener los déficits fiscales dentro de lo razonable debe ser reforzado.
Para ello, el Gobierno debería ofrecer unas previsiones de ajuste fiscal más concretas y creíbles, y las señales adecuadas a los interlocutores políticos y sociales que llega inexorablemente el tiempo de pagar la factura de la expansión fiscal. El temor a que la expectativa de la reducción de gastos públicos o el incremento de impuestos frene la llegada de una incierta recuperación económica está de nuevo limitando la capacidad de anticipación del Gobierno a la coyuntura. La definición de una estrategia de salida es si cabe más necesaria para el propio Gobierno que debería evitar la sensación de improvisación que caracterizó su política ante una crisis económica que se inició antes de la implosión del sistema financiero mundial, y cuyas últimas causas son de naturaleza doméstica.
Joan-Ramon Borrell. Secretario técnico del Círculo de Economía y profesor titular de Economía de la Universidad de Barcelona