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Columna
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Goldman demuestra su poder real

Goldman Sachs ha cimentado su estatus como ganador de la crisis de crédito. La firma de Wall Street ya había demostrado su relativo éxito en la gestión de riesgos antes y durante la debacle financiera. Ahora está en la vanguardia de los que vuelven a obtener beneficios.

Algunas de las claves del éxito de Goldman eran relativamente fáciles de señalar: sus honorarios como una de las principales aseguradoras en el último trimestre del boom en transacciones de valores saltaron hasta un 1.433% -736 millones de dólares-. Pero la mayor parte del jugo lo sacaron de las mesas de negociaciones. Tanto sus divisiones de valores como las de ingresos fijos, divisas y commodities registraron récords de ingresos.

Pero todo eso no tiene por qué ser el resultado de la mayor diversificación de Goldman. Más bien al contrario: tiene que ver con el hecho de que la compañía es una de las pocas dispuestas a poner en juego su propio capital, ya sea para sus clientes o para sus propios negocios. Su rival Morgan Stanley, por ejemplo, rechazó gran parte de sus negocios con riesgo a finales del año pasado.

Esto significa que Goldman está mejor posicionada para sacar ventaja del tipo de actividad que caracterizó los tres meses hasta finales de junio: los rallies por activos, la deuda y los mercados hipotecarios fueron un forraje perfecto para la máquina de dinero Goldman, especialmente con los márgenes de muchos instrumentos aún amplios en comparación con los días del boom.

La cuestión es si Goldman podrá mantener o no una actuación tan vertiginosa. La compañía está funcionando con un apalancamiento equivalente a 14,2 veces el valor de los títulos de los accionistas, casi la mitad de su pico en el primer trimestre de 2008. Eso está bien mientras los márgenes permanezcan relativamente amplios. Pero a medida que se encojan, Goldman tendrá que conseguir muchos más negocios, asumir muchos más riesgos o aumentar su apalancamiento. Si no es así, el retorno del 23% del último trimestre va a ser difícil de repetir.

Por Antony Currie

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