Por qué hace falta la máquina del dinero
El Banco de Inglaterra,a través de su economista jefe, Spencer Dale, explicó en un discurso que la salida del proceso de expansión del balance –crear dinero– tiene que ver con el mandato sobre la inflación que tiene el Banco de Inglaterra, pues dicho objetivo de inflación dictó la extraordinar a relajación monetaria. Un terreno demasiado pantanoso, pues si alguien se creyese estas palabras querría decir que el BoE subiría tipos si la inflación se va al 2%. Un sinsentido.
Probablemente tras esta crisis la responsabilidad de los banqueros centrales sea diferente a la que tenían hasta 2007, limitada al control de los precios. Sin embargo, todavía se escucha la letanía sobre la necesidad de poner coto a la política expansiva, que ha disparado el tamaño de los balances de los bancos centrales y puede tener efectos inflacionistas.
Es cierto que los puede tener en un futuro. Pero hoy por hoy, hablar de inflación es precipitado. Al menos, de inflación en los artículos de consumo. El efecto inflacionista no lo generan las bajadas de tipos por sí mismas, sino el modo en que se trasladan al mercado.
En Estados Unidos, aunque la Fed ha disparado su balance de 0,8 a 2,1 billones de dólares, la relación –dinero en efectivo más reservas de los bancos– y la M2 –que incluye las cuentas corrientes y algunas a plazo y los activos monetarios– ha caído de 9,3 veces a 4,7. Es decir, la velocidad a la que circula el dinero, la capacidad con la que el sistema financiero multiplica la oferta monetaria se ha reducido a la mitad. Si la Fed hubiese mantenido la base monetaria inicial, el dinero en circulación se habría reducido drásticamente, agravando los problemas financieros, la deflación y la crisis económica.
Algo similar se puede decir de otros mercados, pues la crisis ha sido global. La máquina de hacer dinero no es el descabellado plan de un grupo de banqueros locos, sino una tosca forma de compensar, por la vía de la inundación, la ruptura del mercado financiero.