Conflictos en Goldman
Hay numerosos ejemplos en los que Goldman Sachs ha mantenido la calma cuando otros bancos de inversiones se habrían alterado. La firma de Wall Street se las ingenió para retener su rol de bróker corporativa angloamericana a pesar de trabajar con la rival BHP Billiton en su puja por Río Tinto. Más recientemente, Goldman colocó 7.000 millones de dólares en acciones de Washington Mutual aunque sus analistas bursátiles recomendaban reducir el stock.
El último test de su habilidad en la gestión de potenciales conflictos de intereses surge de sus innumerables papeles en el fondo inmobiliario Whitehall. Le está yendo mal: sus 3.700 millones de dólares en casinos, hoteles y oficinas han caído en valor un 56%. La participación de Goldman (un 33%) significa que pierde el que más. Pero no sólo es el inversor que controla Whitehall: también es el consejero y prestamista del fondo. Habiendo recaudado ya 86 millones por gestión el año pasado, la compañía está ahora decidida a cobrar comisiones más altas por el rescate.
Goldman ha enfadado a algunos de sus coinversores al pedirles que cumplan sus compromisos de inyectar 1.000 millones para el 18 de mayo. Después de todo, él tiene ingresos del fondo que alivia las pérdidas. Pero, otros bancos de inversión han autorizado a inversores a escaquearse de sus compromisos.
Por supuesto, Goldman no tiene la obligación de facilitar al fondo los compromisos contractuales, cuando hay un comité independiente con derecho a veto. Tampoco quiso abanderar potenciales conflictos de interés en 2006, cuando Whitehall estaba recaudando su dinero, y además pone ahora más capital. Goldman no ha hecho tampoco nada mal en comprar a los empleados suyos las participaciones que tenían en Whitehall, ya que nada le obliga a hacer lo mismo con el resto de accionistas, y aquellos no podían vender en el secundario, pero necesita poner en orden sus dotes de pacificadora para desactivar su conflicto particular.
Por George Hay