Los americanos, más sedentarios
Al leer biografías o en general la historia de EE UU es conveniente tener un mapa a mano. Seguir el hilo de la vida de Harry Truman, Benjamin Franklin o lo que ocurrió con los primeros mormones supone adentrarse durante páginas y páginas en una literatura propia de narraciones de viajes. Los estadounidenses han sido grandes migrantes dentro de su territorio y en general han tenido pocos problemas para trasladarse donde hubiera mejores oportunidades de vida.
Esa tendencia que hablaba tan a las claras del carácter emprendedor y aventurero de los americanos, se ha matizado mucho con el tiempo y desde hace décadas el ritmo con el que cambiaban su código postal ha ido rebajándose. En el primer año de la crisis, esta tendencia se ha agudizado. Según cifras recientemente hechas públicas por el Censo, el ritmo de migración dentro del país ha pasado del 13,2% en 2007 a 11,9% en 2008, el más bajo desde que se empezó a compilar este dato, 1948.
En total, el año pasado fueron 35,2 millones de personas las que cambiaron de casa. Es la menor cifra desde 1962, un año en el que había 180 millones de habitantes en el país y no los 300 que hay ahora. Además, no fueron muy lejos. El 65% se quedaron en el mismo condado, el 18% cruzó esas líneas locales pero se quedó en su mismo estado y solo el 13% cambiaron directamente el paisaje de un estado por otro. El pasaporte para cambiar de país solo lo usaron el 3%.
Según las cifras del Censo, quienes han pronosticado el fin de los suburbios (ciudades dormitorios) debido a la crisis y la alta tasa de embargos, van a tener que afinar algo más porque, de momento, el año pasado fueron las ciudades las que experimentaron pérdidas de residentes: dos millones. Mientras, los suburbios (donde normalmente las casas son más baratas) vieron crecer su población en 2,2 millones de personas.
Se apuntan varias razones para el progresivo sedentarismo de la sociedad, entre ellas la subida de los ratios de propiedad de vivienda que era del 68% el año pasado, cuatro puntos porcentuales más que hace cuatro. Otro de los motivos es el envejecimiento de la población, que tiende a ser más sedentaria cuanto más madura.
Una tercera razón es la dependencia que muchos hogares tienen de dos sueldos, algo que complica mucho la recolocación de una familia. De hecho, el único segmento de población por edad que todavía muestra un cierto afán nómada es el que se mueve entre los 20 y los 29 años, edades en las que es frecuente empezar a formar una familia.
Las consecuencias de este cambio de actitud con respecto a la movilidad geográfica no es algo que haga felices a los economistas.
La lectura es que muchas personas no pueden vender su casa para irse a otros sitios porque tendrían, en el mejor de los casos, fuertes minusvalías. En algunas circunstancias hay quien se atreve con el trueque de propiedades pero esa solución es un parche y lo que está claro es que hay muchos ciudadanos rehenes de sus casas.
Por otro lado, la creciente inmovilidad hace temer que se pueda perder la oportunidad de cubrir puestos de trabajo allá donde se creen, algo que en el pasado no ocurría y era una de las fuentes del dinamismo de la economía.
Está por ver si esta crisis prueba ser un suelo y el revulsivo de la tendencia de los últimos años o se termina de asentar el sedentarismo.