Los otros hombres del presidente
El último plan del Tesoro para evitar el caos en la banca pasa por manos privadas. Gestores de varios fondos y empresas de capital riesgo serán socios del Gobierno.
La familiar voz aguda y medio rota de Bill Gross, codirector de inversión de Pimco, se oyó poco después de que el secretario del Tesoro, Tim Geithner, anunciara a finales de marzo los detalles de su plan para eliminar activos tóxicos de los balances de la banca, el llamado Public-Private Investment Program (PPIP) o Programa de Inversión Público-Privada. 'Es probablemente el primer plan ganador para todos puesto encima de la mesa', dijo.
El plan de Geithner es, esencialmente, una alianza con el capital privado para que éste ponga precio a estos activos y se haga con ellos. El Gobierno y la Fed concederán la mayor parte de la financiación, a través de préstamos que los inversores privados no tienen que devolver si pierden dinero. Los contribuyentes compartirán el riesgo.
Inmediatamente, Bill Gross puso a Pimco del lado del Gobierno asegurando la participación en este último y crucial plan para rescatar a la banca, restablecer el crédito y, como el propio gestor dijo en una entrevista con la NPR (Radio Nacional Pública), 'dar un empujón a la economía'.
Gross se ha convertido en uno de los hombres clave para el Gobierno. No es el único. Dada la importancia del éxito de este plan, Gross y otros gestores que han mostrado interés en participar como Lawrence Fink, de BlackRock, Leon Black, de Apollo, y Tom Barrack, de Colony Capital se han convertido, en cierta medida, en los otros hombres del presidente. Las dos últimas son empresas de capital riesgo.
De todos ellos, el de mayor perfil es Gross. Pimco es el mayor gestor de renta fija del mundo. Total Return, su fondo bandera, ganó un 4,8% en 2008 cuando sus competidores recogían pérdidas en parecidos porcentajes, según Morningstar. Tanto Gross como su codirector de inversión y consejero delegado, Mohamed El-Erian, ejercen además una importante influencia mediática ya que es frecuente verlos en los medios americanos. Gross saca partido de su facilidad para la comunicación escribiendo una carta a los inversores que es ampliamente leída, y el influyente El-Erian ha publicado su último libro, When Markets Collide: Investment Strategies for the Age of Global Economic Change (Cuando los mercados colisionan: estrategias de inversión para la era del cambio económico global), muy aplaudido por la crítica especializada.
La gestión y la liquidez de Pimco ya ha convertido a estos gestores en una suerte de socio del Estado puesto que ya están a cargo de uno de los programas de la Reserva Federal para revitalizar el mercado de la deuda de corto plazo para las empresas.
Quienes han criticado el plan de Geithner consideran, entre otras cosas, que buena parte del riesgo lo asumen los contribuyentes porque son los que más ponen y más tardarán en recuperar la inversión en caso de que ésta fructifique. En la NPR, Gross admitó que todo depende del precio, pero que será algo que estudien con precisión, porque a ellos no les interesa hacer frente a las pérdidas y perjudicar a sus clientes.
Hay quien cree que la posición de Pimco puede presentar conflictos de intereses. En 2008, Gross se hizo con una buena cartera con bonos de Fannie Mae y Freddie Mac y en septiembre dijo que era imposible comprometerse más con estas firmas si el Gobierno no garantizaba su solvencia explícitamente. Tres días después, eso fue lo que ocurrió.
BlackRock, que gestiona una cartera de 1,3 billones de dólares, también tiene ya relación con el Gobierno porque desde el año pasado ejerce una labor de supervisión de títulos de AIG y deuda que estuvo en manos de Bear Stearns. Fink, que como Gross, saltó inmediatamente al ruedo del nuevo plan, ha dicho repetidamente que éste no es la panacea y 'tomará mucho tiempo dar la vuelta al mercado, pero es una buena cosa'. Fink camina sobre suelo que ya conoce. De hecho, durante su etapa en First Boston fue uno de los pioneros de las titulaciones hipotecarias que ahora agujerean los balances de la banca. 'Creo que es muy importante que el Gobierno esté contando con el capital privado para crear demanda para estos activos con problemas', ha señalado.
Para algunos como Barrack, es un plan con el que se sienten más que a gusto, pues Colony comenzó comprando activos durante otra importante crisis bancaria, la de los savings & loans (cajas de ahorros) de finales de los ochenta. Barrack fundó la firma en 1991 y fue una de las que compró activos de la Resolution Trust Corporation, que se encargó de gestionar los activos de los más de 700 bancos que cayeron en esta crisis. 'Los activos con problemas son la comida que nos alimentó al nacer', repite Barrack.
En ese sentido, la firma tiene mucho que ver con Apollo. Se fundó un año antes por Black, Joshua Harris y Marc Rowan, e hizo parte de su primera fortuna con activos de Crédit Lyonnais. Black, que trabajó en Drexel Burnham Lambert, un banco famoso en su caída por la financiación ilegal de bonos basura, también ha mostrado su interés por sacar partido a unos activos tóxicos, esta vez con el apalancamiento que le proporcione el Estado.
Un nuevo arreglo
Objetivo: El Tesoro quiere que inversores privados compren un billón de dólares de activos tóxicos. Les financia con 75.000 o 100.000 millones.Algunas empresas de capital riesgo planean rebajar sus comisiones para captar capital y participar en la subasta de activos donde se determine el precio de éstos.
Puerta abierta a los contribuyentes
El Tesoro ha flexibilizado algunos de los criterios para participar en su programa de activos tóxicos y ahora, según The New York Times, estudia dar entrada a pequeños ahorradores a través de fondos de inversión hechos ad hoc. Se daría la circunstancia así de que los ciudadanos podrían participar, y arriesgarse, en una operación que ya están financiando con sus impuestos o con deuda pública pues es el Estado quien está detrás de ella.Con esta operación, el Tesoro de Tim Geithner, al que los más progresistas critican que está muy cercano a Wall Street, puede eliminar la sospecha de que está favoreciendo sólo a los grandes titanes de la inversión. La llamada Main Street podría así participar de una bonanza que presenta, no obstante, elevados riesgos. Eso sí, si la operación es rentable, se dejarían de socializar sólo las pérdidas y no los beneficios como está ocurriendo desde que estalló la crisis.Formar estos fondos y conseguir que capten capital llevará meses si de verdad llega a término esta propuesta que no es extraña en las crisis estadounidenses. En el pasado los americanos compraron bonos de guerra para financiar la Segunda Guerra Mundial y antes lo hicieron para devolver las deudas contraídas para financiar su independencia del Reino Unido.En última instancia, la participación de los contribuyentes a través de estos fondos de inversión no sería ni de lejos tan grande como se espera que sea la de las firmas especializadas como Pimco, BlackRock o el capital riesgo.