'La guerra de precios en el seguro del coche toca a su fin'
Ramos ahogados por la competencia, cambios en los canales de venta, entorno adverso para las inversiones... Este doctor en Económicas por la Universidad de Colonia (Alemania) repasa la miríada de retos que afronta el seguro
Con la crisis financiera como punto de partida y la recesión económica como campo de juego, el seguro debe hacer frente a una cascada de cambios que afectan tanto a sus estrategias de venta como a las normas por las que se rige. Este experto repasa las últimas tendencias.
En los últimos tres años las aseguradoras han suscrito un rosario de alianzas con bancos y cajas. ¿Son tan importantes estos acuerdos?
Un acuerdo de bancaseguros puede aportar muchos ingresos pero no generar necesariamente muchos beneficios. Es difícil sostener un modelo de distribución que sólo se sustenta en la venta a través de bancos o cajas. Es más saludable tener una red multicanal, con corredores, agentes y venta directa. El problema con las alianzas de bancaseguros es que pueden acabar de la noche a la mañana. Si un banco cambia de manos y el comprador ya tiene un socio en el área de seguros, pierdes tu red de venta.
'El gremio debe tener una red de venta diversificada y no depender en exceso de bancos y cajas'
¿Cómo evolucionarán las distintas líneas de negocio en este contexto económico adverso?
En muchos países europeos había una constante bajada en el importe de las primas en el ramo de daños, sobre todo en el seguro de autos. Esta bajada parará ahora. Las aseguradoras se volverán más sensatas y cesará la guerra de precios. El seguro de vida es más difícil de predecir. Todo depende de cómo evolucionen los mercados. ¿Cuándo tocará fondo la Bolsa? ¿Hasta donde afectará la recesión a la emisión de títulos de deuda corporativos? Y en tercer lugar, ¿qué inflación generarán los programas de ayuda a la banca con dinero público? Porque habrá inflación y para el negocio de vida eso es un problema.
Algunas reaseguradoras han anotado fuertes pérdidas por sus inversiones. ¿Afectará de alguna manera este hecho al seguro directo?
No creo que las pérdidas cosechadas por ciertas reaseguradoras obliguen a las compañías de seguro directo a reducir la cantidad de contratos que cubren por no recolocar parte del riesgo.
¿Tiene el sector alguna alternativa al reaseguro para trasladar parte de los riesgos que atienden?
Sí. Las entidades pueden emitir bonos ligados a ciertos riesgos, por ejemplo, el granizo. Si se produce una granizada, el inversor que adquiera los títulos obtiene menos interés que si no se produce el siniestro. Antes de la crisis financiera vimos un incremento en este tipo de transacciones. Ahora es difícil hablar de titulizaciones en general, pero ésta es una vía abierta para delegar riesgos en los mercados de capitales, si bien es cierto que aún debe refinarse el sistema para fijar la retribución.
¿Qué lecciones sobre contabilidad arroja la crisis financiera a la que estamos asistiendo?
En los últimos meses ha quedado claro que existe una vinculación entre la forma en que se contabilizan ciertas actividades y cómo eres percibido como entidad financiera por los mercados y los reguladores. La pregunta es si fijarse tanto en el valor razonable de los activos es el camino correcto. Creo que la actual crisis inyectará mucho escepticismo sobre la contabilización a valor razonable, sobre todo para los contratos de seguro. No volveremos a contabilizar las cosas a precio de adquisición en sentido estricto, pero debe haber algún tipo de marco de contabilidad que acabe con los elementos que han generado dificultades en los últimos meses.
La normativa de Solvencia II, que dictaminará cómo deben medir las aseguradoras los riesgos que tienen, penaliza la inversión en renta variable. ¿Cree que es adecuado?
Solvencia II es una buena iniciativa que se encamina en la dirección correcta. Uno de los grandes temas es cuánto se puede invertir en renta variable. Personalmente creo que la perspectiva más prudente que ha propuesto la Comisión Europea (CE) es la más adecuada. Las inversiones en Bolsa son muy arriesgadas.
Los países europeos están divididos en torno al modelo de supervisión del seguro. ¿Cuál cree que es la mejor opción: la autoridad única o un colegio de supervisores?
La cuestión de la supervisión es una de esas áreas donde debe alcanzarse un acuerdo para salvar el resto de Solvencia II que, en su conjunto, es una iniciativa muy positiva. Las aseguradoras internacionales prefieren que el supervisor de su país de origen sea preeminente, y puede que ese sea un modelo preferible desde un punto de vista económico. Pero muchos países pequeños no tienen grandes compañías, por lo que debe alcanzarse un pacto político.
Más control de gastos y menos compras
Nuevo entorno, nuevas demandas. La recesión económica ha dejado en la cuneta las grandes operaciones corporativas. Ya no hay dinero en la calle. Ya no se pueden realizar gigantescas transacciones. Ese es el panorama que dibuja Frank Ellenbürger. Los servicios con más tirón de una consultora van ahora en otra dirección, como recuerda el máximo responsable del área de seguros de KPMG.En los próximos años, la optimización de costes será una de las principales preocupaciones de las entidades financieras. 'Pero no se trata sólo de recortar gastos, sino de prepararse para la siguiente fase de crecimiento', afirma Ellenbürger.Otro aspecto que gana también importancia en los últimos tiempos es la protección al consumidor. Los supervisores cada vez ponen más interés en cómo aconsejan las aseguradoras a sus clientes, así como en la manera en que describen sus productos y las peculiaridades que entrañan.La gestión de riesgos -que en el sector asegurador europeo se plasma en los últimos años en la preparación de la normativa Solvencia II- es otro factor del que está muy pendiente el gremio. Las compañías buscan el asesoramiento de los expertos para cumplir con el chaparrón de normas nacionales y europeas que se cierne sobre ellas.Pero Solvencia II tendrá más consecuencias. Este proceso impulsará a las compañías de tamaño mediano a fusionarse con otras. Las compras, por tanto, no desaparecen del todo. Pero sí cambiará su naturaleza y tamaño.