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Columna
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JPMorgan, casi sin dividendo

La decisión de JPMorgan de rebajar drásticamente su dividendo aportará a las arcas del banco otros 5.000 millones de dólares más por año. Es un movimiento inteligente, aunque su responsable, Jamie Dimon espera que el banco tenga beneficios este trimestre -quizá en la línea de las estimaciones que lo sitúan en torno a los 1.300 millones-. Incluso cree que la firma 'ganará unos cuantos billetes' si la situación de la economía empeora. Pero el hecho de que uno de los únicos bancos fuertes que quedan en Estados Unidos siga un camino más cauto devuelve el foco de atención a aquellos que tenían menos margen de maniobra para prepararse para los malos tiempos.

Citigroup y Bank of America, por ejemplo, ya están contra las cuerdas. Lo único que tuvieron que hacer ambos para recibir una segunda inyección de capital -y garantías sobre miles de millones de dólares en activos- de los fondos TARP fue no erradicar su dividendo. Y en los últimos días, la Casa Blanca y luego también los reguladores tuvieron que calmar los miedos levantados por la inminente nacionalización. Aun así, según parece, el Gobierno está a punto de lanzar su tercera intervención en Citi en menos de seis meses.

Lo que es más, la mayoría de los problemas que asedian a estos dos bancos tienen sus orígenes en el mercado hipotecario. JPMorgan está apuntalando su balance contra posibles futuras pérdidas. El peor escenario previsto por el banco -aunque Dimon recalcó que él no estima que suceda- es una recesión de cómo mínimo dos años, una tasa de desempleo en EE UU superior al 10% y una caída de los precios de las viviendas cuyo pico llegaría al 40%.

Es cierto que tanto Citi como BofA, igual que JPMorgan, pueden señalar a su fuerte ratio de capital Tier 1 y a sus reservas para préstamos insolventes. Igual que otros. Pero los inversores han demostrado ya que ignorarán tales indicadores si la gestión del riesgo básico y la toma de decisiones parecen malas. Dimon está dando argumentos a favor de que su compañía puede ocuparse también de las futuras pérdidas que tenga. Sus rivales aún no han convencido al mercado de que tienen el control sobre los errores pasados. El corte del dividendo de JPMorgan les hace parecer más expuestos aún. Por Antony Currie

A medida de Sarkozy

Para Nicolás Sarkozy era demasiado bueno para dejarlo pasar. Caisses d'Epargne y Banques Populaires, dos de las mayores cajas francesas, estaban planeando fusionarse antes de que Natixis, su banco de inversión conjunto, se convirtiese en una pesadilla: reportará más de 2.500 millones de pérdidas en 2008. Y lo peor puede estar por llegar.Las negociaciones estaban rezagadas, pero el presidente ha dado un paso al frente y ha prometido dinero público a cambio de contrapartidas para el Estado. El nuevo banco no cotizará pera ha sido valorado por algunos analistas en unos 15.000 millones de euros. Quizá esto no signifique mucho en el contexto actual, pero supera la capitalización de Société Générale.El Gobierno aportará hasta 5.000 millones de euros, a sumar a los 2.500 millones de deuda subordinada que Natixis ya ha recibido como parte del último plan de ayudas de octubre. A cambio, el Estado puede quedarse hasta con un 20% de las acciones preferentes sin derecho de voto. El Gobierno no esperará hasta el día que pueda convertirlas en acciones de pleno derecho. Tendría cuatro representantes de los 16 miembros del consejo.Sarkozy también ha conseguido elegir al primer directivo. Será François Pérol, un cercano colaborador del presidente francés en el Eliseo, y consultor financiero. Pérol, de 45 años, hace tres años trabajó durante doce meses en Rothschild en un paréntesis entre sus cargos públicos. Obviamente, no ha sido escogido por su experiencia financiera. Claramente, Sarkozy puede añadir la solución del nuevo banco a su acervo intervencionista.Pérol no debería aceptar el trabajo sin entrar en colisión con las regulaciones éticas francesas. Su participación relevante en las negociaciones de la fusión de los dos bancos parece implicar un conflicto de intereses. Si no es ilegal, las leyes francesas deberían cambiar.Sarkozy siente que encontró demasiada resistencia de los banqueros cuando les presionó para que aceptaran un dinero público que realmente no necesitaban. Parece que pronto tendrá un banco amigable de su propiedad. Por Pierre Briançon

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