¿Qué fue de la sociedad de consumo?
Para recuperar la confianza y dinamizar el consumo, uno de los motores de la economía, es necesario trabajar desde el consenso de todas las partes implicadas, asegura el autor, que defiende un gran plan estratégico nacional orientado a la mejora competitiva.
Prácticamente desde sus orígenes, allá por los años cincuenta y sesenta, la polémica ha acompañado a la denominada sociedad de consumo. Este modelo económico y social, sólo propio de los países desarrollados, ha sido tachado de amoral, insostenible y hasta podríamos decir, perverso. ¡Cuánto han cambiado últimamente las cosas!
Cuando las informaciones más recientes arrojan datos que indican que el consumo de los hogares se ha reducido por encima del 2% en el último trimestre de 2008 y que para encontrar una evolución peor debemos remontarnos hasta 1993, la interpretación de la realidad se vuelve algo distinta. ¿No les parece? Y es que una cosa es desmarcarse de algunos de los postulados de la denominada sociedad del consumo o del bienestar cuando se tiene la opción de pertenecer a ella y otra, muy diferente, verse relegado de ésta por imposición de los nuevos tiempos.
El caso es que consumimos menos y lo hacemos obligados por los excesos de consumo de años pasados, alentados, sin duda, por el crédito fácil y una invitación generalizada al endeudamiento. Hoy las cosas son distintas; tanto que los bajos índices de consumo de las familias están arrastrando a la economía nacional a las tasas de crecimiento más negativas de las últimas décadas. ¿Qué podíamos esperar? Cuando el Fondo Monetario Internacional anuncia que los índices negativos de crecimiento nos van a acompañar no sólo durante este año sino, por lo menos, hasta 2010 y el desempleo alcanza porcentajes que considerábamos olvidados en este país, ¿quién se atreve a echar mano al talonario? Eso por no mencionar la adquisición de bienes duraderos, algo absolutamente impensable para la mayoría de familias, dado el gran volumen de endeudamiento que han alcanzado en tiempos de bonanza.
Así las cosas, observamos un incremento en la tasa de ahorro de determinados segmentos de la población -indicación clara de la falta de confianza que se ha apoderado del consumidor- y, como consecuencia de ello, nos hallamos ante una de las mayores crisis de consumo de los últimos años.
Ahora bien, ¿cuánto durará el escenario actual?, ¿a quién compete buscar soluciones? y ¿qué papel debe desempeñar el tejido empresarial en la nueva coyuntura?
A nadie se le escapa que la situación actual difícilmente podrá corregirse en un corto espacio de tiempo, sobre todo si tenemos en cuenta que, según diversas instituciones internacionales, España juega en clara desventaja en lo que a ritmo de recuperación se refiere frente a otras economías europeas como la francesa o la alemana. Y es que al mal clima general, nuestro país suma también problemas estructurales de un modelo de crecimiento anclado en el pasado y que exige medidas urgentes. La cuestión es ¿quién debe impulsarlas?
Si queremos dinamizar el consumo -sin duda uno de los motores de la economía-, si queremos que los consumidores y la sociedad en general recuperen la confianza, si queremos abandonar lo antes posible esta compleja espiral en la que estamos inmersos, debemos trabajar desde el consenso de todas las partes implicadas.
Por ello, desde Aecoc, la organización empresarial que reúne a más de 24.000 empresas de la industria y la distribución, queremos sumarnos a la petición de buena parte de la clase política, empresarial, académica y social española para la puesta en marcha de un auténtico plan estratégico nacional -con altura de miras- orientado a la mejora competitiva de nuestra economía. Un plan posibilista, integrador y motivador, con el Gobierno y la oposición a la cabeza, junto a los empresarios, los sindicatos y expertos en diferentes materias, asumiendo todos las cargas que pudieran derivarse de los ajustes estructurales -de todo orden- que fuera necesario implementar. Un intento de remontar el vuelo lo antes posible gracias al esfuerzo colectivo y presentándonos -como país- con un modelo de crecimiento más competitivo y sostenible.
Las empresas, por nuestra parte, además de contribuir con decisión y visión a medio y largo plazo en los programas del plan nacional de mejora competitiva que debería establecerse, debemos librar nuestra propia batalla interna, abandonando, con valentía, operaciones marginales y centrando todos los esfuerzos donde observemos puntos fuertes. Es imprescindible la máxima austeridad y ganar en eficiencia en cada uno de los procesos y operaciones que se llevan a cabo a lo largo de toda la cadena productiva, logística y comercial, reducir el absentismo para ganar en productividad, adquirir la dimensión necesaria y, sobre todo, ser muy sensibles a las necesidades y situación del consumidor y de la sociedad en general.
En realidad, el gran reto consiste no sólo en sobrevivir a la crisis sino en salir fortalecido de ésta, superando además la gran asignatura pendiente de nuestras empresas que no es otra que la de la competitividad. No podemos seguir en la posición 28a en el ranking de competitividad del conjunto de la OCDE.
No hay que olvidar que, según una famosa sentencia, toda crisis encierra en sí misma una oportunidad. Por ello, ahora más que nunca, debemos recuperar la confianza en nosotros mismos y alinearnos a un we can español. De ello depende que, entre todos, seamos capaces de impulsar de nuevo en nuestro país una sociedad de consumo impulsora de actividad industrial, de empleo y bienestar, pero sin excesos. Con moderación y autocontrol.
Juan José Guibelalde. Presidente de Aecoc