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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estabilizar para reformar

Estadística desveló ayer las tripas de la actividad económica en 2008 y detalladamente las del último trimestre, que podría pasar a la historia como el más contractivo en décadas. El PIB registró un avance del 1,2% en el año, pero cerró el ejercicio con un perfil muy pesimista, con una caída de la producción que anualizada podría llegar al 4%. Con esta confirmación, la economía está en recesión, con rasgos similares a los de 1993, pero con alto riesgo de traspasar el umbral que la separa de una depresión. La recesión se produce en paralelo al resto de las economías mundiales, amplificada por una crisis financiera cuyo fin no se atisba, y también por primera vez desde que España está integrada en una zona monetaria única, lo que ha condicionado tanto la magnitud de la crisis como la forma de salir de la misma.

El ajuste vertiginoso de la actividad, en no más de seis meses, ha sido generalizado en todos los componentes de la demanda, y en los de la oferta sólo los servicios conservan un ligero crecimiento, con una caída muy severa en el empleo a tiempo completo equivalente, plenamente coherente con lo que los indicadores puntuales de ocupación revelaban en octubre, noviembre o diciembre.

Los mayores desplomes se han producido en la inversión, tanto en equipamiento como en construcción, con tasas que rondan el 10% tras arrastrar tres trimestres de retroceso, lo que descuenta un comportamiento muy pesimista del desempeño de la economía en próximos trimestres. El consumo privado, que moviliza más del 60% de la actividad, cayó severamente en el último trimestre de 2008 como reacción de los hogares a la incertidumbre y al daño que en las expectativas desarrolla un grado de endeudamiento tan abultado como el español, muy superior a la renta bruta disponible.

El fuerte deterioro del PIB ha aflorado un comportamiento positivo de algunas variables, pero de forma engañosa, a las que es arriesgado agarrarse ahora. Repunta con vigor la productividad nominal del trabajo, se modera el coste laboral y aflora una aportación positiva del sector exterior al PIB, por el simple hecho de que las compras se han desplomado con la demanda.

Los datos que se conocen del primer trimestre de este año no son mejores que lo fueron en el cuarto de 2008, y no hay expectativas que avisten una mejoría en el medio plazo. Más al contrario, cada día hay más analistas que empujan hacia 2011 la recuperación de la economía. Cuadrar una fecha es imposible. Pero lo que sí es cierto es que cuando se produzca dependerá de qué cosas se hagan por cada uno de quienes tienen responsabilidades políticas, económicas y financieras. Para empezar, los sindicatos y las patronales deberían buscar un acuerdo de congelación de rentas salariales y de excedentes para restablecer los niveles de competitividad perdidos por la euforia de los últimos años.

Y en paralelo, y sin perder tiempo alguno, el Gobierno debe poner en marcha reformas que flexibilicen todos los mercados de bienes, servicios y factores, sin excepción alguna, para que amplifiquen el efecto de la estabilización de las rentas y amplíen el crecimiento potencial. Sólo así España recuperará el crédito internacional preciso para captar la financiación que necesita, y que cada vez se hace más difícil y costosa.

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