Errores de cálculo en la deslocalización
El manual de gestión empresarial cita como práctica reiterada la búsqueda de mercados alternativos más asequibles para producir en aras de la rentabilidad. Confiar la fabricación a terceros es una decisión que no tiene por qué traducirse sistemáticamente de forma rentable en la cuenta de resultados de una compañía.
Mattel ha padecido los sinsabores de un error de cálculo en su cadena de producción. La juguetera norteamericana ha debido proceder en más de una ocasión a la retirada de productos procedentes de China por no asegurar los niveles de calidad necesarios y atentar incluso contra la salud de los consumidores. En la última ocasión, en agosto de 2007, la firma se vio obligada a sacar del mercado 18,2 millones de artículos en todo el mundo. La decisión afectaba a un juguete de la línea de personajes de la película de dibujos animados Cars. Los artículos contenían sustancias tóxicas, entre ellas plomo, en sus pinturas y pequeños imanes mal fijados que podían desprenderse y ser ingeridas por los niños. Los quebraderos de cabeza tenían un claro culpable. La filial de Mattel en el gigante asiático había subcontratado la pintura de algunas piezas a una empresa local, Hong Li Da, que no utilizó la pintura que la firma estadounidense le proporcionó y en su lugar usó la procedente de un proveedor no autorizado.
Mattel tuvo que desembolsar sumas millonarias para retirar todos los artículos afectados. Pero el mayor coste, intangible, fue el que afectó a la imagen de la marca. El retorno de la confianza del consumidor no es una tarea sencilla. Y es probado que ante los casos de alarma sanitaria es necesario volver a invertir tiempo y capital para restablecer el buen nombre de la marca en todos los rincones del planeta y para lograr elevar de nuevo una reputación social que ha caído por los suelos. La multinacional juguetera intentó calmar al mercado incrementando los controles del proceso de producción en las fábricas de proveedores e incrementando los controles aleatorios sin previo aviso.
Las grandes multinacionales no son las únicas que se ven salpicadas. La alicantina New Arian, con sede en Elche (Alicante), tuvo que retirar a mediados de diciembre su calzado producido en China y distribuido en España bajo la marca Amelia Zaragoza. En este caso, el producto generaba reacciones alérgicas graves. La extensión global de las alarmas sanitarias es uno de los efectos más perversos derivados de la decisión de las compañías de fabricar fuera de su mercado natural. Pese al impacto social que tienen este tipo de decisiones, lo cierto es que cada vez más las compañías están optando por controles más eficaces de su producción en el exterior. Aunque Occidente mira a China e India principalmente para deslocalizar un productos, los grupos se deciden a utilizar como centro de producción otros países como Bangladesh o Vietnam.
La calidad del servicio es uno de los mayores riesgos que perciben las empresas españolas en el momento que plantean ir en busca de proveedores con costes de producción más bajos más allá de sus fronteras. Según el estudio El offshoring en España de los profesores Joan Enric Ricart y Pablo Agnese, de la escuela de negocios IESE, un 40% de las empresa que deciden llevar la fabricación a otros mercados teme no asegurar los parámetros que defiende el ADN de la compañía. Otros factores que son identificados como obstáculos para impulsar la producción en otros mercados son las diferencias culturales, (un argumento que esgrimen el 49% de los encuestados), la incertidumbre sobre la aceptación del cliente (que preocupa a un 43% de los preguntados por IESE), o la rotación de empleados, que para un 33% puede ser un freno al compromiso de la plantilla con su actividad. Estos resultados contrastan con las opiniones de países más familiarizados con la deslocalización de procesos, que están más preocupados, en el caso de Estados Unidos, por la eficiencia operativa y la seguridad en los datos.
El avance de la deslocalización es imparable. Un estudio de McKinsey Global Institute apuntaba que el mercado global del offshoring (término anglosajón con el que se conoce a este fenómeno) ascendía a 30.000 millones de dólares en 2005. Para 2010, esta cifra se elevará hasta 110.000 millones. Ningún sector es ajeno al fenómeno, aunque la industria retail y la juguetera son dos de las que más han optado por ceder su producción a terceros y las que más han sufrido contratiempos.
La relación entre una empresa y subcontrata no es una cuestión que actualmente se deje al azar. Son cada vez más habituales los contratos entre la compañía y su fabricante en el extranjero en el que se detallan de forma pormenorizada la fórmula de llevar a cabo los procesos y qué materiales utilizar en los mismos. La compañía quiere asegurar la calidad necesaria. Las empresas, a la hora de contratar fuera, empiezan a ser más exigentes que en su propio país.
Según datos del IESE, dos tercios de las empresas que llevan a cabo procesos de producción en el extranjero consiguen sus objetivos de nivel de servicio antes de finalizar el primer año de implantación. Esta eficiencia debe parte de su éxito a que los proveedores suelen ser en muchas ocasiones compartidos por empresas que compiten en el mismo campo. También causa quebraderos de cabeza para las empresas el hecho de que el producto sea elaborado por personal menos cualificado o en peores condiciones laborales. El miedo es que repercuta en la calidad del artículo.
La pérdida de la propiedad intelectual del producto, es decir, que a consecuencia de operar en un país la compañía tenga que ver cómo su producto es víctima de la piratería, también alarma a quienes deciden irse a producir a otro mercado en búsqueda de mano de obra más barata. Las marcas de retail de lujo son las más afectadas por este fenómeno.
En algunos casos, personal desleal de la factoría canaliza parte del producto hacia otros canales de venta o puede dedicarse a realizar una burda imitación del producto de la marca para la que trabaja. La firma de moda catalana Custo Barcelona, que fabrica en diversos mercados asiáticos, ha logrado dar un paso de gigante en su particular cruzada contra la piratería. Este mismo año la compañía, asesorada por el bufete Roca Junyent en Shanghai, logró localizar y detener una red de falsificaciones de productos textiles con su marca en China, que producía y distribuía sus copias tanto en mercados internacionales como en medio centenar de tiendas en el país. Los abogados de la firma y las autoridades locales entre otras acciones, desmantelaron un almacén en Cantón que se dedicada en exclusiva a realizar falsificaciones.