Ha llegado el momento para un arsenal
El estímulo fiscal del 1,1% del PIB que el viernes aprobó el Consejo de Ministros podría ser una irresponsabilidad en otro momento. Pero en las aguas turbias de la economía global de hoy, es una receta apropiada. Lo que faltan son medidas para corregir los problemas estructurales que van a hacer que esta crisis sea tan grave para España.
El Gobierno se encuentra ante una recesión doméstica, y con la perspectiva casi cierta de la primera recesión global desde 1982. La política monetaria ya ha movido ficha y las respuestas no han sido alentadoras. En este entorno, la Comisión Europea ha pedido paquetes de estímulo fiscal, y el Gobierno de Zapatero ha respondido anunciando nuevos gastos de ¦euro;11.000 millones en 2009: 8.000 para obra pública a través de Ayuntamientos, e importes menores para el sector del automóvil, medio ambiente, I+D+i, la Ley de Dependencia, rehabilitación de edificios y turismo. Según el presidente, las actuaciones crearán unos 300.000 puestos de trabajo.
Lo primero que hay que decir es que es un paquete necesario. No es éste un momento en el que se debería perder mucho tiempo discutiendo el impacto sobre el déficit antes de actuar. La recesión promete ser peor que conocida por la mayoría de nosotros y las recetas normales serían muy tímidas.
Además, el margen de actuación de la política monetaria se está agotando. Como dijo Bernanke, presidente de la Fed, sobre la política monetaria, 'no se puede empujar sobre una cuerda'. Es decir, si la cuerda está floja porque los mercados están paralizados por desconfianza, bajar tipos no estimulará mucho el gasto. Puede incluso no tener efecto alguno: ese fue el caso en los años treinta y en la larga crisis japonesa. El Banco Central Europeo todavía puede bajar tipos, y debería, pero llega tan tarde que tal vez no surta efecto.
Por lo tanto, la única arma que queda en el arsenal cortoplacista de políticas económicas es el fiscal, y hay que dispararla. Si el estímulo del 1,1% del PIB resulta ser excesivo y volvemos a una etapa inflacionista -cosa improbable en un momento en el que divisamos el espectro de la deflación-, siempre se puede usar la política monetaria para controlar la inflación. De una cuerda sí se puede tirar.
Además, afortunadamente España tiene margen para actuar en política fiscal. En contraste con EE UU y los grandes países europeos, España llega a la crisis con las cuentas públicas relativamente saneadas gracias a los esfuerzos hechos a finales de los noventa, y puede permitirse el lujo de mayor déficit.
Queda incluso la posibilidad de que el 1,1% del PIB sea poco. No conocemos cuáles serán las cifras finales de la recesión española, pero los últimos datos de empleo indican que será bastante profunda. Si estamos ante una contracción del 2% o más del PIB, este paquete se queda pequeño.
Lo que sí hay que poner en cuestión es la capacidad de estas medidas para crear 300.000 puestos de trabajo. El mercado laboral español está paralizado por el miedo, y los empresarios son reacios a contratar porque saben que un trabajador indefinido es costoso si hay que despedirle. Una avalancha de dinero a través de los ayuntamientos puede generar trabajo temporal, pero las empresas tardarán en tener confianza para contratar de manera estable.
Pero la crítica más importante es que el paquete no avanza hacia una reforma que podría hacer que España reaccionara mejor ante los golpes económicos. Un mercado laboral rígido, un sistema productivo poco eficaz y de bajo nivel tecnológico y un espíritu innovador poco desarrollado le han hecho poco competitivo en Europa y mucho menos a nivel internacional. El déficit por cuenta corriente español actualmente está entre los mayores del mundo; casi duplica al americano.
Para superar una crisis como ésta, habría que enfrentarse a estos problemas y entablar por fin una reforma que hiciera que la economía fuera más ágil y flexible, que la educación enseñara a pensar y los servicios sociales cumplieran sus objetivos a un menor coste. Esperemos que la mesa de trabajo que ha prometido el presidente vaya más allá de un intercambio de posturas políticas y logre plantear soluciones viables a los problemas de la economía española que persistirán cuando la crisis actual forme parte de nuestra memoria.
Gayle Allard. Vicerrectora de Investigación de IE Universidad y directora del área de Entorno Económico de IE Business School