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Tribuna
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La inversión privada en las autopistas

En España existe una cultura reacia al pago de peaje que hace que estas autopistas sigan estando, en general, infrautilizadas, lamenta el autor. Sin embargo, estas infraestructuras son, en su opinión, decisivas para mejorar las comunicaciones en áreas de alta densidad de tráfico sin coste alguno para las arcas públicas

La creciente motorización de la población y el consiguiente mayor uso del automóvil han sido dos de los fenómenos socioeconómicos más destacados de las últimas décadas: desde los años noventa, el parque automovilístico ha aumentado en España de 18 a 26 millones. Concretamente, según el Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid, casi el 21% de los desplazamientos en coche en nuestro país se producen en esta región.

Pero el incremento de vehículos y desplazamientos no se corresponde con un número mayor de infraestructuras necesarias para asumirlos. A finales de 2005, un informe de la Asociación Española de la Carretera (AEC) concluía que en España se han construido muchos kilómetros de carreteras, pero pocas de ellas tienen tres o más carriles: en concreto, el 6,7% frente al 71,6% de Reino Unido, el 29,1% de Bélgica, el 22,8% de Italia, el 20,9% de Alemania y el 17,6% de Francia.

Evidentemente, cuando los desplazamientos superan la capacidad de las infraestructuras, se produce la congestión del tráfico. Esto constituye una de las principales contraindicaciones del progreso económico, con perjudiciales consecuencias para la salud, el medio ambiente, el entorno urbano y la productividad.

Pero la solución a esta falta de capacidad no es la construcción indiscriminada, sino sostenible, de infraestructuras cuyo coste no tenga que ser soportado por el Presupuesto del Estado. O, lo que es lo mismo, que en lugar de afectar a los contribuyentes, ese coste recaiga sólo en los usuarios del servicio.

Ante las nuevas y crecientes necesidades de movilidad, las autopistas de peaje adelantan en muchos años la ejecución y disponibilidad de vías de alta capacidad y sin coste alguno para las arcas públicas. Además, la financiación privada permite a los Gobiernos liberar fondos para destinarlos a otras necesidades sociales prioritarias.

Estas infraestructuras son decisivas para mejorar las comunicaciones en áreas de alta densidad de tráfico, por ejemplo en las nuevas zonas aeroportuarias de las grandes capitales. Y contrariamente a lo que se cree, muchas veces sólo una mínima parte de la obra construida y financiada por una empresa queda sujeta al peaje, permitiendo que los usuarios dispongan de varias alternativas libres dentro de la propia autopista, como es el caso de la M-12.

Y si hablamos de beneficios individuales, es evidente la contribución de las autopistas de peaje a nuestra calidad de vida: por poco más de lo que cuesta un café, nos ahorramos tiempo, combustible -al no tener que frenar y acelerar repetidamente-, estrés -asegurándonos un viaje sin atascos ni rodeos-, y por supuesto, el disgusto por llegar tarde a cualquier gestión importante.

Pese a todo ello, estas infraestructuras son generalmente ignoradas por los conductores: la gran mayoría opta por las alternativas gratuitas en vez de los recorridos de pago. Y es que la cultura reacia al peaje en España hace que estas vías sigan estando, por lo general, infrautilizadas por los que deberían ser sus beneficiarios directos: los conductores.

'Para qué pagar por usar una autopista si puedo viajar gratis', se preguntan. Pero las carreteras, como casi todo, no son gratuitas. De hecho, son muy costosas de construir y mantener por sus exigentes normas de trazado y seguridad. Y sólo existen dos formas de financiarlas: mediante impuestos o por peaje.

El pago de las autopistas mediante impuestos carga el coste a todos los ciudadanos, incluidos los que nunca cogen el coche: es como si una persona abonara el impuesto de un vehículo que no tiene. La segunda opción es más justa: pagando el peaje, son los usuarios los que asumen el coste de la obra y su mantenimiento, a cambio de tener una alternativa más rápida, segura y económica.

Cuando dudemos entre tomar una autopista de peaje y otra vía gratuita para un mismo trayecto, y nos decidamos por esta segunda opción, pensemos que ese privilegio de poder elegir hay que agradecerlo, primero, a una empresa que se ha preocupado de construir y financiar una vía alternativa; y, segundo, a otros usuarios que contribuyen a mantenerla. Pero no con sus impuestos, sino como debe ser: pagando sólo cuando la utilizan.

Rodrigo Baeza. Director general de Autopista Eje Aeropuerto - M-12

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