Patinar sobre una balsa de aceite
Es posible desenredar el embrollo que ha desembocado en la presente crisis sin que salga nadie herido? Bear Stearns, Lehman, Merrill, y a lo mejor AIG, han demostrado que no. Lo preocupante es que los problemas de estas entidades han desembocado en una crisis de confianza en el sistema financiero de consecuencias difíciles de calcular. Lo más palpable es el aumento de la aversión al riesgo.
Los mercados han vivido una edad dorada, entre 2003 y 2007, de volatilidad y tipos bajos, que han permitido realizar apuestas de riesgo y financiarlas con dinero barato. Pero las condiciones han cambiado radicalmente: ya no es tan fácil obtener financiación, ni los mercados son esa balsa de aceite sobre la que uno se deslizaba sin llegar nunca a hundirse.
En un informe publicado ayer, titulado Liquidez y liquidación, Credit Suisse pone de manifiesto que el aumento de la aversión al riesgo tras la quiebra de Lehman puede provocar una abrupta repatriación de capitales desde activos tradicionalmente considerados arriesgados, como las materias primas o los mercados emergentes, hacia otros más seguros como los activos monetarios o la deuda pública. Sería, a juicio del banco de inversión, la liquidación de las posiciones heredadas del boom de los últimos cinco años.
La publicación del informe coincidió -casualmente- con el desplome de la Bolsa rusa, el mayor en una década. Este mercado, integrante del selecto grupo de los BRIC, sufre a día de hoy de la falta de liquidez global, de la caída del petróleo y de las tensiones geopolíticas. Lo peor, dicen los analistas, es que el impacto de la crisis de crédito sobre los emergentes puede ser más grave para el crecimiento global que el que pueda tener sobre las economías desarrolladas. Al fin y al cabo, el crecimiento emergente debía compensar la desaceleración de EE UU y Europa. O eso nos dijeron.