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Columna
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Los retos de la nueva economía africana

La economía africana está empezando a resurgir de la mano de los países asiáticos, sobre todo de China, subraya el autor. El riesgo está, en su opinión, en que la inyección de capitales sólo sustraiga sus recursos naturales y no genere la formación de personal y la modernización que sus industrias necesitan

La economía del león vuelve a rugir. Esta vez provocada por los tigres asiáticos y, sobre todo, por el dragón chino. Parece que el continente olvidado por fin ha encontrado pareja, y esto, efectivamente, es de por sí buena noticia. Aunque dadas las características del pretendiente, muchos se preguntan si el romance será sostenible, y mientras dure, si será capaz de responder a los grandes retos de desarrollo que tiene el continente africano.

El interés por África no debería extrañar. El continente posee el 99% del cromo mundial, el 85% del platino, el 54% del oro, el 68% del cobalto y es el continente que produce más diamantes de calidad del mundo. Tiene más lusoparlantes que Portugal, más angloparlantes que Inglaterra, más francoparlantes que Francia y más personas hablando árabe que en toda la península Arábiga. Y sobre todo, dado el precio del barril de petróleo y la inestabilidad de los países productores tradicionales, sus reservas vuelven a estar de moda, atrayendo capital de todo el mundo.

Tan sólo entre 2004 y 2006, la inversión extranjera directa en África se ha doblado alcanzando un récord histórico de 39.000 millones de dólares, y las inversiones desde África al exterior se han cuadriplicado, llegando a los 8.000 millones de dólares anuales. La OCDE estima que el crecimiento económico africano alcanzará una media del 6,7% para 2008, que representa el doble del 3% de crecimiento mundial, y un ritmo de crecimiento alcista desde 1995.

El continente posee el 99% del cromo mundial, el 85% del platino, el 54% del oro, el 68% del cobalto y es el que produce más diamantes de calidad del mundo

El papel de las economías asiáticas en este crecimiento no sólo es significante, sino que crece exponencialmente. A las inversiones tradicionales de Hong-Kong, República de Corea, Singapur o Taiwán, se han sumado los gigantes de China e India, con una implicación que cambia por completo el modus operandi del continente.

Después de numerosas visitas del presidente chino, Hu Jintao, y su primer ministro, Wen Jiabao, al continente, la luna de miel afrochina se consolidó en la Cumbre África-China de 2006 en Beijing, cuando los máximos mandatarios chinos pusieron la alfombra roja a más de 50 jefes de Estado y ministros africanos. Desde esa fecha, sus interacciones económicas no han dejado de aumentar: entre 2000 y 2007 sus flujos comerciales pasaron de 11.000 a 57.000 millones de dólares, las inversiones chinas ya están presentes en 48 países africanos, y el país asiático se ha convertido en el tercer destino de exportaciones africanas.

Aunque el apetito voraz chino por los recursos africanos ha generado cierta suspicacia, poniendo serias dudas sobre la sostenibilidad de su crecimiento económico. Un dato preocupante es que más del 50% de esta inversión va dirigida a países de inestabilidad política (Argelia, Chad, Guinea Ecuatorial, Nigeria y Sudán), y se concentra en industrias muy concretas (principalmente, petróleo, gas y minería).

El frenesí extractivo chino también ha despertado alarmas entre los movimientos ecologistas debido a las largas cantidades de dióxido de carbono que emiten (tan sólo en el delta del Níger se emiten 70 millones de toneladas de CO2 al año), y a los efectos de la tala de madera para la exportación. Países como Malí, Guinea, Senegal o Gabón han reaccionado poniendo restricciones a la exportación de actividades extractivas que empiezan a afectar a los intereses chinos.

Uno de los principales retos para garantizar el crecimiento sostenible en el continente será generar una transición económica que vaya de la extracción a la generación de valor añadido a través de los procesos productivos. Actualmente, los productos manufacturados africanos representan tan sólo el 20% de su exportación total. ¿Hasta qué punto se puede sostener una economía vendiendo sus recursos naturales, en su gran mayoría no renovables? A pesar de que la mano de obra no podrá competir con la asiática, la cercanía a los recursos pueden hacerla más competitiva, y existen varias oportunidades que pueden favorecer este crecimiento, ya sea en el área de turismo, en la agroindustria, en el farmacéutico, en el de telecomunicaciones o en el textil.

Ante todo, y a pesar de los casos fallidos de Costa de Marfil y Kenia, África ofrece hoy más democracia, menos guerras, más transparencia en la gestión pública y más compromiso con el desarrollo que nunca en su historia. Las agencias de cooperación europeas que están aumentando sus fondos de ayuda oficial al desarrollo (AOD) en la región, incluidas la española, deberían tomar nota. No es un problema de falta de recursos, sino de empleo de los mismos.

Las inversiones chinas e indias crean una nueva oportunidad para cambiar significativamente la economía africana. Pero el gran riesgo recae en que la inyección de capitales sólo sustraiga sus recursos naturales y no genere la formación de personal y la modernización que sus industrias necesitan para enfrentarse a los retos de la globalización con competitividad y de manera sostenible. Ello enfatiza la importancia de orientar la AOD a fomentar la gobernabilidad entre las autoridades locales en estas áreas, así como a crear concertaciones público-privadas para asegurarse de que ese crecimiento genere valor y potencie el desarrollo sostenible en África.

Fernando Casado Cañete. Director del Centro de Alianzas para el Desarrollo (www.globalcad.org) y asesor regional de la OCDE-Paris21

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