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CincoSentidos

Shanghai, la urbe que se reinventa

El motor financiero de China no se gusta, o se gusta demasiado. En los últimos 20 años golpea con rabia su vieja apariencia, empeñada en lograr una imagen ultramoderna.

Shanghai, la urbe que se reinventa
Shanghai, la urbe que se reinventaCinco Días

Shanghai es una megápolis transformista. En menos de dos décadas la zona de Pudong, la que fuera la ribera pobre del río Huangpu, ha pasado de ser un arrozal entreverado con árboles de morera que alimentaban gusanos de seda a convertirse en el escenario donde se asienta el distrito financiero que actúa de motor del hiperdesarrollo chino. Desde la nada y con un empeño neurótico se han ido levantando uno tras otro hasta 2.000 rascacielos, a cual más vistoso, a cual más moderno, a cual más lujoso. Los arquitectos más internacionales, Bofill y Lamela, entre los españoles, han dejado su impronta en el skyline que se dibuja junto al caudaloso Huangpu, surcado de mil barcos y barcazas en un tráfico fluvial aparentemente incontrolable y que conforma la imagen más tópica de la ciudad, pero seguramente no la más auténtica.

La afición por el lifting de Shanghai no se ha quedado en el margen del río de Pudong. También ha contagiado a la otra orilla; la única habitada hasta el final del pasado siglo. Cercada por el Shanghai más tumultuoso y genuinamente chino, en la ribera del Huangpu, se levantó el que fue primero un territorio troquelado y colonizado por las potencias europeas y, más tarde, el paraíso acomodado al que sólo tenían derecho las clases dirigentes maoístas.

Pero el Shanghai del tercer milenio sólo soporta de su identidad tradicional, de su historia, los edificios realmente emblemáticos de la etapa colonial. El resto de los barrios están siendo demolidos de manera implacable en macrooperaciones urbanísticas que afectan de golpe a 50.000 vecinos.

Existe otro Shanghai en el que pelea la nueva clase media china

Si se ha de elegir una sola visita, se debe ir al Jardín de Yuyuan

La corriente transformista tiene una única dirección; se derriban casas bajas o de altura media y se sustituyen por bosques de rascacielos. En las plazas de los barrios compuestos por las cada vez más exóticas casas-patio que quedan en pie aún se celebra los sábados y los domingos la feria de los matrimonios, en la que los padres buscan pareja para sus hijos. Los adictos a la fórmula afirman que tales enlaces no funcionan peor que los pactados por amor.

El estilo de vida tradicional desaparece a golpe de bulldozer y da paso al régimen de las camas calientes: pequeños apartamentos en los que el indesmontable núcleo familiar chino hace turnos para trabajar y para dormir. La espectacular fachada de rascacielos de diseño que puede admirarse cuando se pasea por el malecón del Bund oculta un mundo de largas jornadas de trabajo y duras condiciones de vida en el que se cuece una nueva clase media para China. Dos décadas de demoliciones y de reconstrucciones en las dos orillas del río Huangpu han creado un ejército de 4.000 rascacielos. Y la locura continúa. Las autoridades de la urbe que es considerada como el centro del poder económico chino, con sus actuales 18 millones de habitantes, justifican en este momento su cruzada de renovación implacable de la fisonomía de Shanghai con el proyecto de celebración de la Exposición Universal de 2010. La meta provoca el transformismo del tradicional puerto de Yangshan, la salida natural hacia el mar de las provincias de Jiangsu y Zhejiang, habitadas por más de 100 millones de personas.

El viajero no debe dejar de adentrarse en ese otro Shanghai que suele estar vedado para los turistas. El objetivo de esta aventura antes que toparse con tal o cual edificio o tal o cual monumento consiste en encontrar lo más auténtico y también lo más espectacular, tanto aquí como en cualquier lugar de China: el paisaje humano. Un abigarrado cúmulo de imágenes cargadas de gentes en imparable actividad, de olores densos, de sabores que van de lo más exquisito casi hasta lo repugnante.

En todo caso el visitante no dejará de visitar el Bund, la zona del malecón en la orilla colonial de Huangpu. Allí están situados algunos de los ejemplos más emblemáticos de la etapa colonial europea, un conjunto de 52 edificios de estilos que van desde el clásico al renacentista. Entre ellos destaca el Banco de Desarrollo de Pudong, antes Banco de Hong Kong y Shanghai. Fue construido en 1921 y se convirtió en la sede del ayuntamiento de la ciudad desde 1950 hasta 1990. También destacan el Hotel Peace, con un techo piramidal en color verde; el edificio de la Aduana de Shanghai y el edificio del Banco de China. El Museo de Shanghai, dedicado al arte chino antiguo, está ubicado en la Plaza del Pueblo y contiene una colección de más de 120.000 piezas. El Templo del Buda de Jade fue construido en el año 1882 y en él se veneran dos estatuas del líder religioso realizadas en jade.

La calle Nanjing se ha convertido en el centro de las compras distinguidas. Cuajada de luces y de gente, concentra la variedad de oferta de los mercados locales y el lujo importado de occidente. La Torre de Televisión Perla de Oriente con su aspecto de sputnik ha llegado a ser el elemento monumental más conocido de Shanghai. En un gran vestíbulo se recogen series de fotografías panorámicas de la ciudad tomadas desde la propia torre en las últimas dos décadas, que son el exponente del espíritu transformista en su alocado desarrollo.

Pero si tuviera sólo unas pocas horas para visitar Shanghai, por ningún concepto me perdería el Jardín Yuyuan. Construido en el siglo XVI por un alto dignatario de la dinastía Ming, está situado en la zona norte de la ciudad, cerca de la antigua muralla y es el epicentro del barrio más tópicamente chino de la ciudad. Ocupa dos hectáreas y contiene los elementos básicos del exquisito arte de la jardinería china, con su combinación de pabellones, estanques y árboles centenarios tanto en su versión de tamaño natural como bonsái.

Guía práctica

Cómo ir Casi todas las grandes aerolíneas europeas tienen vuelos directos a Shanghai, excepto Iberia, por lo que es imprescindible para el viajero español hacer escala en París, Fráncfort, Londres o Ámsterdam. Alguna aerolínea china programa vuelos directos desde Madrid, pero su destino prioritario es Pekín. Un vez en el aeropuerto de Shanghai, para llegar al centro una opción es tomar el tren magnético capaz de circular a 450 km/h. Esta rareza de la tecnología ferroviaria sólo realiza un trayecto de 32 kilómetros para unir el aeropuerto con el centro de la ciudad y, por motivos urbanísticos, su última estación se ha construido en las afueras de la urbe, lo que hace que su utilidad real sea más que dudosa. Pese a ello, la opción es recomendable, ya que supone una experiencia imposible de repetir en cualquier otro lugar. La infraestructura se ha construido en paralelo a una autopista y, dada su enorme velocidad, parece que los coches circulan marcha atrás.DormirGrand Hyatt (88 Century Boulevard, Pudong, tel.: +86 21 5049 1234) En su publicidad se proclama como el hotel más alto del mundo, ya que está situado entre las plantas 53 y 87 de la torre Jin Mao, en el corazón del distrito financiero. 555 lujosas y amplias habitaciones y suites acristaladas hasta el suelo. Seis restaurantes de primer nivel y como colofón en la planta 87 el bar Cloud, desde donde se contempla una panorámica de la ciudad.ComprasAdemás del inevitable paseo por la calle Nanging, el viajero sigue el rastro del antiguo mercado de las imitaciones que ahora ha desaparecido por la presión de las marcas multinacionales, cuyos productos han sido y son implacablemente copiados y vendidos. A pesar de la nueva política de protección de la propiedad intelectual, no es difícil encontrar ofertas para subir a pisos clandestinos donde lo que se oculta en la calle es expuesto con la naturalidad de antaño.

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