Las dianas del modelo de crecimiento
En la búsqueda de nuevos sectores que contribuyan al crecimiento tecnológicamente competitivo y de transformación del actual modelo, el de la biotecnología es un claro candidato, afirma el autor. Este tipo de apuestas son las que, en su opinión, permitirán una salida de la crisis con bases más sólidas
Se iniciaba hace un año la tarea, aún inconclusa, de identificar los daños producidos por las hipotecas subprime y por los vehículos financieros en los balances de los grandes bancos globales, que eludieron regulaciones y supervisiones, que salvo excepciones, como la practicada por el Banco de España, se demostraron cuando menos insuficientes.
En este año transcurrido, las intervenciones de la Fed, del BCE y del Tesoro británico -auxiliadas puntualmente por los fondos soberanos de algún país emergente- han ido dirigidas a salvar la confianza en los sistemas de pagos, a propiciar el rescate de algunas entidades tocadas por la crisis y a suministrar la liquidez necesaria.
La desconfianza subsiste no obstante en los mercados financieros y en la actualidad, la liquidez y su coste siguen siendo las grandes preocupaciones aún sin resolver.
También al inicio del verano pasado se apuntaba el cambio en la tendencia del ciclo inmobiliario que tanto contribuyó a nuestro reciente patrón de crecimiento. El ajuste de las valoraciones del sector, además de rebajar el efecto riqueza de los hogares, deja hoy pendiente la absorción del stock de casi un millón de viviendas construidas y ha reducido a 200.000 el objetivo de nuevas viviendas a construir anualmente frente a las 800.000 de los últimos años. El ciclo del sector inmobiliario con una duración media entre cuatro o cinco años, arrastra con su clásico efecto multiplicador a los sectores industriales vinculados.
En un mercado seco de financiación y con la morosidad en alza, las patronales del sector organizan sus tesis y sus fuerzas para solicitar impulso presupuestario a la obra pública y sostén público a la refinanciación del endeudamiento de las empresas.
A los problemas financieros y al ajuste inmobiliario se añade el tono dubitativo de la política energética que condiciona el modelo futuro de crecimiento. Sigue aplazada la respuesta a la fuerte dependencia de nuestro país respecto al aprovisionamiento de fuentes de energía primaria, a su insuficiente diversificación y a la capacidad de absorción de sus precios sin deteriorar aún más nuestra declinante productividad.
El paradigma de la financiación sin límite y a bajo coste terminó también con el año y la sequía del crédito se ha trasladado con rapidez al sector real de la economía. Las grandes empresas ven agotarse su capacidad de apalancar su expansión internacional y de proseguir los procesos de consolidación corporativa, al tiempo que verán reducirse sus resultados.
Las cuentas del sector público globalmente saneadas al final del ciclo expansivo comienzan a registrar menores niveles de recaudación. Una estricta gestión del gasto debería permitir cierto margen de actuación a los estabilizadores automáticos a corto plazo, aunque los compromisos adquiridos en el ámbito de las políticas sociales (Ley de Dependencia) y el envejecimiento de la población con sus efectos sobre el sistema de pensiones no debe dejar de preocupar en el medio plazo.
Los agentes sociales y en particular los sindicatos han sido protagonistas responsables en los años de bonanza y la distribución del producto así lo atestigua. Los tiempos venideros van a ser exigentes con los objetivos de flexibilidad del mercado de trabajo y reclaman esfuerzos en la protección de los colectivos más vulnerables a los efectos de la crisis.
Nuestra pertenencia a la zona euro y las condiciones de liquidez y de tipos de interés históricamente bajos permitieron hasta hace ahora un año financiar el endeudamiento exterior de nuestra economía, que ha dejado deslizar su déficit por cuenta corriente hasta alcanzar el 10% de su PIB. El principal objetivo de la política económica debería apuntar al restañamiento de la tasa de ahorro de nuestra economía y al reforzamiento de su productividad.
En el ejercicio de búsqueda de dianas de crecimiento tecnológicamente competitivo, de transformación del modelo y de identificación de nuevas cadenas de valor, el sector de la biotecnología es un claro candidato en nuestro país. Existe en España una magnifica base de conocimiento científico que no se ha relacionado con la iniciativa empresarial. Estamos lejos de algunos países de nuestro entorno próximo como Francia, Reino Unido y Escandinavia que conocen progresos significativos en la creación de empresas biotecnológicas aplicadas a la salud humana, a la bioagricultura o a la bioenergía, intentando acortar la brecha existente con Estados Unidos y Canadá, donde hace años éste es un sector de enorme dinamismo.
No llega al 1% el capital invertido por las sociedades de capital riesgo de nuestro país en proyectos de biotecnología.
Cabe esperar que las políticas públicas de apoyo a la investigación científica, a la innovación y al desarrollo tecnológico intensifiquen su acompañamiento a las iniciativas emprendidas en sectores de valor añadido como es el de la biotecnología. Y sobre todo, que los marcos regulatorios introduzcan los elementos de flexibilidad necesarios para incentivar la iniciativa empresarial latente en el mundo de la investigación científica.
Son apuestas de este perfil, acompañadas de un mayor esfuerzo de pedagogía política, las que a nuestro juicio permitirán que la salida de esta crisis se efectúe sobre bases más sólidas y estables de cara al futuro.
Luis Escauriaza. Economista, consejero de Cross Road Biotech