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Tribuna
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La paradoja del agua

Cuando comienzo a escribir este artículo los medios de comunicación en España publican noticias sobre las inundaciones en distintas ciudades del País Vasco, Navarra y Cantabria, sobre la alarmante subida del caudal del río Ebro que trastocó la ceremonia de inauguración de la Exposición Universal de Zaragoza y la derogación del real decreto-ley que permitía la realización de una obra de emergencia para llevar agua desde el Ebro a Barcelona y su área metropolitana ante la situación de emergencia por sequía que padecía.

Todo esto se ha producido tras una primavera lluviosa que ha cambiado totalmente la situación hídrica de gran parte de España. Podría decirse que estas lluvias de abril y de mayo han llenado los pantanos para garantizar los abastecimientos durante un horizonte temporal amplio. Los embalses que abastecen a Barcelona y su comarca pasaron en tan sólo mes y medio de un 20% a más del 50% de agua embalsada.

Pero esta realidad no es homologable para todos los territorios de España. Es evidente que todas las cuencas hidrográficas no tienen los mismos comportamientos.

En lo que se refiere a la cabecera del río Tajo, aunque efectivamente ha llovido en primavera, la situación sigue igual que en los últimos años. Los datos oficiales de la Confederación Hidrográfica del Tajo son elocuentes. A día de hoy el embalse de Entrepeñas está al 21,52% de su capacidad y almacena 172,61 hectómetros cúbicos, y el embalse de Buendía está al 11,88% de su capacidad, y almacena 194,54 hectómetros cúbicos. Una situación crítica que desgraciadamente se repite año tras año.

Los pantanos de la cabecera del Tajo, Entrepeñas, Buendía, y la presa de Bolarque, que pomposamente en la dictadura se llamó el mar de Castilla, es en realidad un sistema hidrológico en permanente crisis que recoge poca agua, seguramente porque la decisión de su ubicación no fue la correcta o simplemente porque no llueve suficiente.

Estos embalses fueron construidos con el objetivo de trasvasar entre 600 y 1.000 hectómetros cúbicos anuales a la cuenca del Segura. Era un objetivo utópico, imposible, quizás justificable sólo para obtener financiación externa para su construcción. Estos objetivos nunca se han cumplido, simple y llanamente porque no hay agua suficiente para atender tanta demanda. Ahora estos pantanos difícilmente pueden atender las necesidades crecientes de la cuenca y las necesidades de abastecimiento a poblaciones. Es más que evidente que los embalses de cabecera del Tajo no dan para más.

Por ello creo que los que permanentemente solicitan agua de la cabecera del Tajo deberían ser más prudentes, y si efectivamente sus territorios tienen déficit de agua buscarla en otros orígenes. Y en este sentido creo que la desalación es la fórmula más adecuada por cercanía y por no tener limitaciones de volumen.

Los problemas del agua en España son crecientes, pero estoy convencido de que tenemos recursos para atender nuestras necesidades actuales y futuras. Es preciso gestionar el agua con prudencia, señalando claramente las prioridades. Por eso creo que ahora es el momento para que el PSOE y el PP alcancen un Pacto Nacional por el Agua que permita una gestión racional de un recurso escaso y rebaje o elimine las tentaciones de utilización política del agua y los posibles enfrentamientos territoriales.

Alejandro Alonso Núñez. Diputado del PSOE por Toledo

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